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Centenario de Nelson Mandela, Discurso del Embajador de Sudáfrica

DISCURSO DEL EMBAJADOR DE SUDAFRICA, THABO THAGE, EN OCASION DE LA CELEBRACION DEL CENTENARIO DE NELSON MANDELA, ORGANIZADA POR CEILER

18 DE JULIO DE 2018

“Sr Elias Perez, Director de CEILER

Miembros del Directorio de CEILER

Representantes del Cuerpo Diplomático

Representantes de Partidos Políticos

Representantes de la CUT

Sra Paula Guzmán, Directora Ejecutiva de ICHIL

Compatriotas sudafricanos

Amigas y amigos,

 

Es un honor para mí poder dirigirme a ustedes en esta ocasión especial no solo para Sudáfrica sino para el mundo en general.

 

En el año 1918, en un día como este, Nelson Rolihlahla Mandela, a quien cariñosamente apodamos “Madiba”, nació en una zona rural de la Provincia del Cabo Oriental de Sudáfrica.  Muchos años después, tras estar encarcelado durante 27 terribles años, sería nombrado el primer presidente democrático de Sudáfrica.

 

Al momento de nacer Mandela, hace 100 años, el mundo era un lugar totalmente distinto al que tenemos hoy. Durante su vida de niño, adolescente, activista juvenil, activista político, abogado, revolucionario, detenido político, estadista y ex Jefe de Estado, estas distintas etapas fueron forjándose en base a las duras condiciones que enfrentaban sus connacionales sudafricanos, el resto de Africa y el mundo. De hecho, él fue el resultado de las luchas cotidianas de su gente. Al celebrar este año el centenario de su natalicio, permítanme desearles entonces un Feliz Día Internacional de Nelson Mandela a cada uno de los presentes en esta reunión.

 

Este día fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de Nelson Mandela. De ahí que cada 18 de julio, se celebra la vida de este gran hombre con un llamado a las comunidades en el mundo de lograr una diferencia en sus comunidades. No hay mejor manera para honrar el legado de Madiba que dedicándonos a cumplir el principio de Ubuntu, que se traduce como “Yo soy porque tú eres”. No es sorprendente, entonces, que incluso su vida política estuviese impulsada por una enorme sinceridad. Como se ha dicho anteriormente, los historiadores aún deben llegar a comprender y explicar esta rara combinación.

 

Que apropiado para mi presentar estas breves palabras sobre el centenario de Madiba en este evento, organizado por quienes resguardan el legado de Luis Emilio Recabarren, quien vivió hace más de dos siglos dedicando su vida a buscar soluciones para los menos privilegiados en general y para la clase trabajadora en particular,  para ser precisos las masas oprimidas . Como sabemos, el trabajo de CEILER está dirigido a honrar el legado de Recabarren y no es una coincidencia que celebremos a Mandela hoy aquí.

 

Resonantemente, para muchos chilenos viviendo tan lejos de Sudáfrica, la transición a la democracia de ambos países creó un lazo y un sentimiento de cercanía. Luego que ambas naciones recuperaran su democracia, en 1990 y 1994 respectivamente, compartieron importantes experiencias, especialmente el Informe Rettig de Chile de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que ayudó a Sudáfrica encontrar la manera de exorcizar la violación de los derechos humanos durante la época del apartheid.

 

Mandela fue una figura central durante este proceso. Sus largos años en prisión, su personalidad carismática, el amor que profesaba por su pueblo y especialmente por los niños y su constante defensa de los derechos humanos se transformaron en un ejemplo para aquellos que lucharon contra la dictadura en Chile.

 

Pero más allá de la esfera política, Mandela fue un hombre de principios que muchos intentaban emular. En verdad, es una figura que se necesita con urgencia en una era de desesperanza. Es un ícono que representa cualidades humanas superiores y un líder justo,  para quien los intereses de su país ocupaban un lugar central. Fue un hombre que logró perdonar y no sentir resentimiento hacia aquellos que lo mantuvieron privado de su libertad por tanto tiempo.

 

Durante la conferencia que ofreció ayer en ocasión de la celebración del centenario de Mandela en Sudáfrica, el ex Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama señaló que la actual generación tiene la fortuna de avanzar sobre los hombros de una gigantesca figura como Mandela. Fue rápido también en  advertirnos que sería irresponsable de nuestra parte conformarnos con sus logros. Junto con el Presidente sudafricano Cyril Ramaphosa nos desafió a tomar el relevo y continuar marchando tras los pasos de Mandela.

 

El Presidente Ramaphosa también nos instó a inculcar el principio de “thuma mina”, que se traduce a “envíame” en nuestras vidas. El principio de thuma mina incluye los principios de Madiba del Ubuntu y su llamado a ser líderes servidores. Requiere que nos ofrezcamos a servir a otros. Mandela creía en el bien inherente del ser humano. Pensaba que hay bondad en cada uno de nosotros, que era una obligación que cada uno la reconociera y que hiciera el bien a otros.

 

En atención al llamado de “Ubuntu” y “thuma mina”, la Embajada de Sudáfrica y CEILER tienen por tanto el deber conjunto de continuar colaborando para asegurar que el principio de la humanidad en el mundo se inculque en forma constante en las actuales y futuras generaciones, para sí asegurar que se trabaje inexorablemente por lograr la justicia, la paz, el desarrollo y la democracia que guiaron las vidas altruistas y ejemplares de Mandela y Recabarren. Al trabajar con nuestros interlocutores en Chile, incluyendo a CEILER, la Embajada de Sudáfrica espera poder generar acercamientos que deriven en resultados tangibles para los pueblos de Sudáfrica y Chile.

 

Que continúe vivo el espíritu solidario de Mandela!

 

Viva Mandela!!

Viva Recabarren!!

 

Muchas gracias!”

Juan Vargas Puebla: Sus encuentros con Recabarren

Era comienzo de 1924. En la esquina de Moneda y Cueto, barrio muy pobre, lleno de conventillos, se realizaba un mitin exigiendo la rebaja de los arriendos. Arriba de un cajón, hablaba un orador de palabra tranquila y muy convincente. Juan, que vivía en ese barrio, lo miraba extasiado. Fue la primera vez que vio y escuchó a Luis Emilio Recabarren.

Meses después, el 1º de Mayo de 1924, tuvo lugar en la Alameda, el primer acto unitario del Día Internacional de los Trabajadores. Lo convocaron la FOCH, los anarco-sindicalistas, los anarquistas, el Partido Demócrata y el Partido Comunista.

Intervinieron varios oradores. Uno de ellos, Recabarren.

Terminado el acto, los fochistas marcharon hacia el oriente. Juan, portando una gran bandera de la Juventud de la IWW, los siguió. En la Plaza Vicuña Mackenna, junto al Cerro Santa Lucía, Recabarren se subió a un muro y habló de nuevo. Luego se dirigieron al local de la FOCH, ubicado en Agustinas esquina Tenderini. Era una vieja casa, con un balconcito. Desde él habló Recabarren poniendo fin a la jornada de esa mañana.

“Sin que nadie me lo pidiera y sin estar programado –me relató Juan Vargas en enero de 1991 la última vez que lo vi- subí a ese balconcito y dije unas palabras en nombre de los jóvenes de la IWW. La gente que escuchaba, la mayoría comunistas, me aplaudió. Fue la primera ocasión que hablé en público. Estaba nervioso y emocionado. Cuando finalicé, don Reca me acarició la cabeza y me dijo cariñosamente: ‘Bien muchacho, lo has hecho muy bien’. Me sentí feliz. Fue esa la segunda y última vez que vi vivo a Recabarren”.

Estando en el exilio, Juan Vargas escribió en 1981: “Volví a ver al maestro Recabarren el 21 de diciembre de 1924, ahora dormido para siempre en su ataúd, en medio de una severa capilla ardiente el local de la Unión de obreros Ferroviarios, en la calle Bascuñan Guerrero Nº 345.”

LER

Ese día, Juan Vargas, que tenía 16 años y cuatro meses de edad, marchó en las grandes columnas que acompañaron al líder obrero hasta su última morada.

Juan Vargas Puebla, fiel discípulo de Luis Emilio Recabarren

Al conocer la vida y obra de Juan Vargas Puebla encontramos gran similitud con las de su maestro Luis Emilio Recabarren.

Ambos comenzaron a laborar como obreros a los 14 años de edad. Dedicaron sus mejores esfuerzos  a la unidad y organización de los trabajadores. También los dos dieron importancia a la educación de los asalariados. Crearon prensa obrera, escribieron artículos, folletos y libros; impulsaron la cultura popular, en especial el teatro obrero. Dieron gran importancia al Día Internacional de los Trabajadores. Comprendieron la importancia de la lucha  ideológica y la libraron tesoneramente. Ambos fueron de palabra elocuente y convincente.

Los dos fueron diputados obreros, de ejemplar actuación dentro y fuera del Parlamento.

Enfrentaron con valor y audacia a los reaccionarios. Es conocida la ocasión en que Recabarren respondiendo el desafío de un derechista cantó La  Internacional en plena sesión de la Cámara. Juan Vargas tampoco  se achicó ante los enemigos de clase.

Juan Vargas Puebla, a igual que Recabarren, fue un firme defensor de sus principios y un apasionado dirigente de los trabajadores, pero siempre mantuvo un trato respetuoso y fraterno con quienes laboraban a su lado.

El primer artículo de Luis Emilio Recabarren

(PERIÓDICO “LA TARDE”, SANTIAGO, 15 DE MARZO DE 1898)

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“CARTA A DIRECTOR DIARIO LA TARDE…

Santiago, marzo 11 de 1898. Señor Director de la Tarde.

He leído con detención casi todos los artículos que han aparecido en su respetable diario, sobre el socialismo, y principalmente el de hoy, y he visto con sorpresa que en dos de esos artículos se hayan preocupado de Luis Olea (*).

Creo que usted no ha tratado de averiguar quién es Luis Olea, y de ahí, que usted se preocupa tanto de él y que cree que es un peligro para las clases trabajadoras de mi país.

Luis Olea no tiene influencia entre los obreros, y sus ideas no surgen entre éstos. Los que de primera lo conocen, muy luego se desilusionan y todos lo consideran como un loco.

Varias de las corporaciones socialistas que figuran, no cuentan con más adherentes o fundadores que él. El solo hace aparecer agrupaciones socialistas y convoca a reuniones que las constituye solamente él.

Esto es divertido. Todo el socialismo exaltado que parece hay en Chile lo constituye solamente él, porque casi nadie se adhiere a las ideas por el sustentadas. Para él no hay afecciones de esposa, madre, hija o hermana. Nada. Es un parásito. Vive sin afecciones de ninguna especie.

Yo, señor Director, y junto conmigo hay muchos que simpatizamos con el socialismo. Pero con el socialismo bien entendido. Pensamos en que pueden hacerse transformaciones sociales, en la igualdad humana, en la desaparición de las injusticias, en el alivio de las clases proletarias, en la nivelación relativa de las fortunas, en la disminución de las grandes riquezas que deben contraerse al desarrollo social. Y en fin, de tantos otros medios que hay para igualar las condiciones sociales.

Somos socialistas en este sentido y creo que no somos una amenaza para la humanidad, porque no somos como Olea, destructores, porque no empuñamos el puñal para clavarlo al corazón de nuestros padres, esposas o hijos, ni encendemos la tea para quemar sus cadáveres y después sus hogares.

No. Eso no tiene nombre.

No merece calificativos.

Nosotros clamamos justicia.

Nosotros pedimos instrucción para el pueblo, como medio de emancipación social. La instrucción general y obligatoria en el pueblo, traería, con el transcurso de los años, una transformación social en beneficio directo para el pueblo.

El trabajo incesante para combatir la embriaguez y el juego, acarrearía magníficos resultados.

La propaganda en este sentido es sana.

Luis Olea no piensa que el obrero que gana 20 o 30 pesos por semana y lo deja entre sábado o domingo en poder del tabernero, no podrá así jamás, salir de la inmundicia y de la miseria, y así gritarán siempre la desigualdad de las fortunas.

Y así hay muchos que botan el dinero y lo desperdician, y pretenden tener lo mismo que el obrero que ahorca.

Así es Luis Olea.

Habiéndolo tratado varias veces, creo cumplir con un deber el dirigirle la presente, para darle a conocer quién es él, entre los obreros.

En la campaña electoral última fue candidato independiente para municipal por la octava comuna, pretendiendo el triunfo para ir a sustentar sus ideas de destrucción al municipio.

Después de su derrota, se ha hecho más socialista que lo que era.
Por fin, señor Director, por la presente he pretendido sólo disipar los temores que se abrigan respecto de la propaganda que pueda hacer Olea. Al menos, a mi juicio, es así como se lo he expresado.

Soy de usted, señor Director.

Luis E. Recabarren S.

Tipógrafo”

(*) Luis Olea, dirigente anarquista.

La Guerra del Salitre

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“La Guerra de 1879 en que la clase gobernante de Chile anexó la región del salitre” (Luis Emilio Recabarren: “Pobres y ricos”.  Rengo, 1910).

Los historiadores burgueses llaman Guerra del Pacífico al conflicto bélico que, entre 1879 y 1883, desangró a Chile, Bolivia y Perú. Ello para ocultar la verdadera causa de la conflagración: el salitre.

El océano Pacífico es la mayor masa marítima del planeta. Su superficie abarca 180 millones de kilómetros cuadrados y sus aguas bañan tres continentes: América, Asia y Australia.

La guerra que nos preocupa se desarrolló en un mínimo rincón de ese océano y en su transcurso hubo sólo dos combates navales: el de Iquique, el 21 de mayo de 1879, y el de Punta de Angamos, el 8 de octubre del mismo año. Ambos duraron unas pocas horas y participaron seis naves. Dos peruanas, el Huáscar y la Independencia; cuatro chilenas, la Esmeralda, la Covadonga, el Cochrane y el Blanco Encalada. Posteriormente, la flota chilena surcó el Pacífico en tres ocasiones y sólo para transportar tropas. El escenario naval de ese conflicto abarcó desde Antofagasta a Pisco, unos 2 mil kilómetros.

CAUSAS DEL CONFLICTO

Historiadores alemanes denominan a esta conflagración Salpeterkrieg (Guerra del Salitre). Y es el nombre adecuado.
Durante años, el desierto de Atacama –al sur de Bolivia y al norte de Chile- fue despreciado por ambos países. Pero todo cambió al descubrirse el valor del salitre y que, en el desolado de Atacama, como también se le llamaba, existían importantes yacimientos de nitrato.

Comenzaron las discusiones sobre la frontera. El primer tratado de límites entre Chile y Bolivia, firmado en 1866, fijó como frontera el paralelo 24º latitud sur y dejó una zona compartida entre ambos países, el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 25. Chile y Bolivia se repartirían por partes iguales las riquezas que se produjeran en esa franja.

En 1874 se suscribió un segundo tratado, que mantuvo la frontera en el paralelo 24, eliminándose la zona compartida. En compensación, Bolivia se comprometió a no alzar durante 25 años los impuestos “a las personas, industrias y capitales chilenos”.

CHILENOS EXPLOTAN SALITRE BOLIVIANO

En Antofagasta, territorio boliviano, se instaló la Compañía de Salitre de Antofagasta, de capitales chilenos, que el 1º de mayo de 1872 inició las exportaciones del “oro blanco” a Europa.
Más al norte, Perú puso en vigencia, con fecha 28 de marzo de 1875, una ley mediante la cual expropió las oficinas salitreras de Tarapacá, pagando a sus antiguos propietarios con certificados.

En 1879 el Presidente de Bolivia Tomás Frías fue derrocado por un golpe militar, encabezado por el general patriota Hilarión Daza. Este gravó con un impuesto de 10 centavos cada quintal de salitre exportado desde territorio boliviano. La Compañía de Salitre de Antofagasta se negó a cancelarlo. Entonces Daza ordenó el embargo y el remate de esa empresa.

DEFENDIENDO A CAPITALISTAS

El Gobierno chileno salió en defensa de los capitalistas connacionales. Rompió relaciones con Bolivia y el 14 de febrero de 1879, día señalado para el remate, 200 soldados al mando del coronel Emilio Sotomayor, invadieron suelo boliviano, ocuparon Antofagasta, impidiendo la subasta.

Ante este atropello a su soberanía, Bolivia declaró la guerra a Chile el 1º de marzo. Otro tanto hizo Perú, que había firmado un pacto con Bolivia.

El 5 de abril, Chile declaró la guerra a los aliados. Comenzó la conflagración con triunfos de las tropas chilenas, que hacia fines de 1879 tenían en sus manos la región de Tarapacá.

LA OTRA GUERRA

Pero en la región se libraba otra guerra secreta. Los protagonistas eran dos ingleses que no usaban fusiles ni cañones. Sus armas consistían en la especulación y la falta de escrúpulos.

Uno era Robert Harvey, que había llegado a Tarapacá en 1874.
Poco antes de la ocupación de esa provincia por los chilenos, el gobierno peruano lo había designado Inspector General de Salitreras. En 1880, fue confirmado en ese cargo por el gobierno de Chile, otorgándole amplias atribuciones. Recibía sueldo de los dos países y a ambos entregaba informes falsos.

John Thomas North, el “rey del salitre”

El otro británico, John Thomas North, llegó a Chile en 1866 con 10 libras esterlinas en los bolsillos. Trabajó como mecánico en la maestranza ferroviaria de Caldera. Después se trasladó a Tarapacá, donde se asoció con su compatriota Harvey.

Ambos aprovecharon la caótica situación producida por la guerra y, con triquiñuelas y engaños, compraron certificados que el gobierno peruano emitió al expropiar las salitreras, cuando se cotizaban a un 11% de su valor nominal. Pudieron hacer esas compras gracias a los generosos créditos que les otorgaron los bancos chilenos Edwards y Valparaíso.

EL SALITRE A MANOS IMPERIALISTAS

Aún no finalizaba la guerra cuando el gobierno chileno de Domingo Santa María decretó, el 28 de marzo de 1882, la entrega de títulos de propiedad definitiva a quienes tuviesen certificados salitreros. De esta forma fueron entregadas a particulares más de 80 oficinas salitreras. Otras 71 quedaron provisoriamente en manos del Estado chileno.

Algunos tenedores de certificados como John Thomas North, Robert Harvey y la Casa Gibbs, pasaron a ser propietarios de las más importantes y ricas oficinas salitreras, controlando la industria del nitrato y transformando el Norte Grande chileno en una factoría británica.

John Thomas North se convirtió en el “rey del salitre”, uno de los hombres más ricos del mundo. Fue dueño de numerosas oficinas salitreras, de los ferrocarriles y de una serie de otras empresas; monopolizó la distribución del agua potable y del comercio en la pampa, desde la harina y carbón hasta la carne y verduras. Fundó el Bank of Tarapacá and London Ltda. Tuvo a su servicio a abogados y parlamentarios liberales, conservadores y radicales. Hizo importantes inversiones en Inglaterra, Francia, Bélgica, Egipto, Australia y Brasil.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

El 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco, el último combate de una guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos. Chile conquistó dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a manos de capitalistas británicos. Fue así como el imperialismo inglés clavó su lanza en Chile.

Con esta guerra de conquista, el territorio chileno se extendió al norte del río Copiapó, límite que tenía desde fines del siglo XVI. Creció en 180 mil kilómetros cuadrados, con una población que sumaba algo más 100 mil habitantes, de los cuales el 40% constituía la población activa. Hacia 1885 los obreros salitreros eran 4.571; en 1895 alcanzaban a 22.500 y en 1912, más de 40.000.
La guerra del salitre significó un aumento en cantidad y calidad del proletariado chileno.

A SEGUIR EL EJEMPLO DE RECABARREN

El historiador boliviano Guillermo Lora en su obra “Historia del Movimiento Obrero Boliviano”, escribió: “En 1919 la Federación Obrera de Chile, se dirigió a las organizaciones obreras bolivianas para estrechar relaciones y procurar una actuación coordinada:

“Debemos considerar, queridos compañeros, que todos los que pertenecemos a la clase trabajadora no podemos contar con más apoyo que el que puedan proporcionarnos nuestros hermanos y que jamás podremos conseguir el triunfo de nuestros ideales si no formamos un bloque único y sólido, capaz de oponer formal resistencia a ese monstruo fatídico y avasallador: la explotación capitalista… Por esto creo, estimadísimos compañeros, que sería de gran conveniencia para todos consolidar fuertemente el cariño que mutuamente se profesan las clases trabajadoras de Bolivia y Chile”.

Esta nota, redactada por Luis Emilio Recabarren, a sólo 26 años de haber finalizado la Guerra del Salitre, es una cabal expresión del internacionalismo proletario, que Marx y Engels proclamaron en el “Manifiesto del Partido Comunista”, cuando finalizaron este inmortal documento con la frase: “Proletarios de todos los países, uníos”.

LER

En nuestros días, ser consecuentes herederos de Recabarren es proclamar “Mar para Bolivia”. Devolver a ese país, parte de una región, que –al decir de Recabarren- la clase gobernante de Chile anexó.