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Retorno clandestino a la patria de Julieta y Mireya

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

El 20 de marzo de 1987, junto con Mireya Baltra, ingresaron clandestinamente a Chile por el paso cordillerano de Tronador, a la altura de Osorno. Desde Argentina habían emprendido una travesía que duró 10 días. Una parte en camioneta, a caballo, en carreta y a pie. Cruzaron la frontera. Llegaron a Puerto Montt y de allí a Santiago, a donde arribaron el domingo 22 de marzo de 1987.
Pensaban presentarse ante la Corte de Apelaciones de la capital de inmediato, pero demoraron su acción al conocer que recién lo había hecho Clodomiro Almeyda, el 25 de marzo de 1987.

Permanecieron clandestinamente hasta el martes 12 de mayo, día en que se presentaron, en medio de la expectación de los periodistas, ante la Corte de Apelaciones para poner un recurso de amparo reclamando su derecho de vivir en la patria. Fueron acompañadas por los abogados democratacristianos Jaime Castillo Velasco y Enrique Krauss. Empujadas por gendarmes y policías Julieta y Mireya debieron abandonar el recinto judicial. Un auto las llevó hasta la Comisión de Derechos Humanos. Al cabo de pocos minutos el local fue rodeado por policías. Una hora después, dos mujeres salían de allí, se subieron a un vehículo que partió a toda velocidad. La policía lo siguió por diferentes calles de Santiago. Cuando el sector circundante de la Comisión de Derechos Humanos estaba vacío, tranquilamente salieron de sus oficinas Julieta y Mireya y se trasladaron a los domicilios de sus familiares.

Pasadas las 21 horas fueron sacadas de sus hogares y trasladadas en una patrullera de Investigaciones hasta el cuartel central de la policía civil. Horas después, llevadas al aeropuerto de Cerrillos y embarcadas rumbo a sus lugares de relegación. Mireya a Puerto Aysén en el extremo sur; Julieta, a Sierra Gorda en la Segunda Región. Después trasladada a Camiña, pueblo ubicado a unos 100 kilómetros al Noreste de Pisagua y a 2.200 metros sobre el nivel del mar. Fue en ese poblado de dos mil habitantes, donde Julieta Campusano cumplió el 31 de mayo de 1987, sus 69 años de edad.

Julieta Campusano relegada en Camiña

El asesinato de Tucapel Jiménez Alfaro

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Cínica portada de La Tercera, que durante la dictadura de Pinochet fue cómplice de los crímenes del terrorismo de Estado fascista.

En la noche del 25 de febrero de 1982 fue encontrado en el camino Noviciado a Lampa, a 40 kilómetros de Santiago, el taxi en que trabajaba Tucapel Jiménez Alfaro. En su interior, estaba el dirigente sindical cruelmente degollado. La dictadura, en comunicado oficial y los órganos de prensa a su servicio se apresuraron en calificar el crimen como un asalto para robarle.

¿QUÉ OCURRIÓ EN REALIDAD?

En la mañana de ese día 25 de febrero de 1982, Tucapel Jiménez Alfaro salió a trabajar en su taxi como lo hacía todos los días. Un individuo subió al vehículo como pasajero. Era Luis Pino Moreno, carabinero en retiro, casado con una prima de Tucapel Jiménez. Posteriormente, otros tres hombres abordaron el vehículo. Obligaron a Tucapel Jiménez Alfaro a conducir hasta un lugar aislado en el camino a Lampa. Allí le dispararon cinco balazos en la cabeza y luego lo degollaron salvajemente. Tras esto, los sujetos, que eran miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército (DINE), sustrajeron algunas de sus pertenencias para simular un robo.

¿QUIÉN ERA LA NUEVA VÍCTIMA DE LA DICTADURA?

Tucapel Francisco Alfaro Jiménez había nacido en Santiago el 4 de agosto de 1921. Sindicalista chileno, militante del Partido Radical. Se inició como líder sindical en 1938, siendo presidente del Club Deportivo Lavaderos de Oro. En 1942 fue elegido presidente de la Asociación de Trabajadores de la Dirección de Abastecimiento y Petróleo. Luego, en 1951, fue presidente de la Asociación de Almacenes Reguladores del Comisariato, cargo que lo vinculó al frente gremial de los empleados del Estado, que habría de ser el principal escenario de su liderazgo social.

En 1953, ocupó el cargo de director de la Asociación de Empleados de la Superintendencia de Abastecimientos y Precios. En 1954 fue delegado ante la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), incorporándose en 1957 a la directiva nacional de esta organización.

Tucapel Jiménez Alfaro

En 1960 asumió la vicepresidencia de la Asociación Nacional de Empleados de DIRINCO. En 1963, asumió la presidencia nacional de la ANEF, siendo reelegido para ese cargo en 1967 y 1970.
Durante el Gobierno de la Unidad Popular, fue opositor al Presidente Allende.

BAJO LA DICTADURA DE PINOCHET

En 1975 Tucapel Jiménez Alfaro fundó el Grupo de los Diez. Desde el puesto de vicepresidente desplegó una intensa actividad. En 1981 creó la Unión Democrática de Trabajadores, ocupando también la vicepresidencia. Sus esfuerzos estaban dirigidos a reunificar el movimiento sindical chileno.

En 1982 el movimiento opositor a la dictadura de Augusto Pinochet crecía y estaba a punto de lograrse una amplia unidad político-sindical. Entonces la dictadura, a través de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), armó un operativo con participación de la Central Nacional de Inteligencia, CNI. Su objetivo, eliminar al presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, ANEF, Tucapel Jiménez Alfaro, uno de los principales impulsores de esa buscada unidad.

Poco antes de su asesinato, Jiménez había alcanzado a dar un gran paso en ese camino: logró armar un encuentro en el que participaron varios dirigentes políticos de diferentes partidos opositores. Entre ellos, estaba el ex Presidente Eduardo Frei Montalva, quien ya era abiertamente contrario al régimen militar.

EL PROCESO

El asesinato de Tucapel Jiménez Alfaro impactó al país. Se levantó una ola de protestas. El dictador se vio obligado a designar ese mismo año, a través del Ministerio del Interior, a Sergio Valenzuela Patiño como ministro en visita, con el fin que investigara el caso. Pasaron 17 años y el proceso en manos de este ministro no arribó a nada. En 1999 fue reemplazado por Sergio Muñoz Gajardo, quien tomó con responsabilidad el caso. A pesar que el ejército entregó información falsa y se negó a prestar colaboración alguna, logró descubrir que el crimen había sido perpetrado por miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército (DINE)

LOS CRIMINALES

El año 2002, el Ministro Sergio Muñoz Gajardo condenó a 12 personas por el crimen de Tucapel Jiménez Alfaro, entre autores, cómplices y encubridores. En calidad de autores fueron condenados el general Ramsés Álvarez Sgolia (director de DINE, quien trasmitió la orden de Pinochet), el brigadier Víctor Pinto Pérez (comandante del Cuerpo de Inteligencia del Ejército, que supervisó la operación asesinato de Tucapel Jiménez), el teniente coronel Francisco Ferrer Lima, el mayor Carlos Herrera Jiménez (que asesinó al dirigente sindical), los suboficiales Manuel Contreras Donaire y Miguel Letelier (coautores del crimen). Como cómplices fueron condenados Juan Carlos Arriagada y Jorge León Alessandrini por haber facilitado la obtención del arma homicida. Detrás de todos ellos estaba Pinochet.

El 29 de enero de 12008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó pagar $ 1.200 millones de pesos a la familia de Tucapel Jiménez. El tribunal de alzada instruyó al Fisco a pagar una indemnización a los tres hijos y dos nietos del dirigente sindical, a 25 años de su asesinato.

FOTO INÉDITA

HOMENAJE CADA AÑO

En el año 2017, el Cementerio General se realizó la romería en conmemoración de los 35 años del asesinato del dirigente sindical, Tucapel Jiménez, actividad que fue encabezada por la Presidenta de la República, Michelle Bachelet Jeria.

La Ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Claudia Pascual Grau, participó en el acto en el que estuvieron presentes los familiares de Tucapel Jiménez, representados en la ceremonia por su hijo, el Diputado del mismo nombre.

También estuvieron presentes el Ministro (s) de Relaciones Exteriores, Edgardo Riveros; la Ministra de Trabajo y Previsión Social, Jimena Krauss; el Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Jaime Campos; el Ministro del Deporte, Pablo Squella; la Ministra de Bienes Nacionales, Nivia Palma, además de Subsecretarios y parlamentarios.

Monumento en el lugar que Tucapel Jiménez fue asesinado. Camino a Lampa.

EL INFORME DE LA COMISIÓN DE VERDAD Y RECONCILIACIÓN (INFORME RETTIG) SEÑALÓ:

Tucapel Francisco JIMENEZ ALFARO, dirigente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales de Chile y figura de gran relevancia dentro del sindicalismo nacional de oposición al Gobierno de la época, fue interceptado el 25 de febrero de 1982 en el taxi que conducía y llevado a un camino vecinal a 40 Km. de Santiago hacia el Poniente. En ese lugar se le dio muerte mediante disparos en el cráneo y posterior degollamiento.

El móvil de estos hechos no fue el robo ya que se encontraron en su poder especies de valor. La víctima sufría seguimientos previos, en los que aparecen comprometidos agentes de los servicios de seguridad, específicamente miembros de la Secretaría Nacional de los Gremios y la CNI.

Con posterioridad a los hechos se realizaron diversas maniobras destinadas a encubrir el crimen y entorpecer la labor de los investigadores. Incluso un individuo confesó por escrito ser el autor del crimen para luego suicidarse, demostrándose posteriormente en el proceso que había sido asesinado y que la confesión era falsa.
La Comisión ha adquirido la convicción de que se trató de un crimen cometido por motivaciones políticas en violación de los derechos humanos de Tucapel JIMENEZ. Aunque no puede afirmar 24categóricamente que la ejecución de este crimen fue obra de agentes del Estado, ponderados todos los antecedentes estima en conciencia que está comprometida en su muerte la responsabilidad del Estado por cuanto, si no fueron agentes del Estado los hechores, éstos contaron al menos con el amparo del Estado.

Primera Declaración del PC de Chile después del Golpe fascista

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

El 11 de octubre de 1973, justamente al mes de haberse consumado el golpe, bajo un feroz terrorismo de Estado, el Partido Comunista emite su primera declaración con el título “La Voz de Orden es la Unidad”. Este documento, que fue copiado y distribuido clandestinamente por decenas de combatientes anónimos, decía en algunas de sus partes:

“Se ha instalado en el país una dictadura fascista con la secuela de crímenes y abusos que caracteriza a estos regímenes… La Junta fascista no representa ningún espíritu nacional o patriótico. Su esencia es antipatriótica, atenta contra los intereses de Chile como nación independiente. Trabaja como un apéndice fascista al servicio del imperialismo y la reacción interna…”

“Todas las libertades públicas han sido liquidadas. No hay libertad de reunión, de asociación ni de expresión oral o escrita… Frente a este cúmulo de hechos que revelan la instauración de una dictadura de tipo fascista ¿qué dice la Democracia Cristiana? ¿Dónde está su posición de otrora en contra de toda salida antidemocrática? ¿Qué ha sucedido con su concepción favorable al pluralismo ideológico y político?”

“Hemos conocido la opinión disidente de parlamentarios y dirigentes que encabezan personalidades como Radomiro Tomic, Bernardo Leighton, Renán Fuentealba y otros que se han mantenido fieles a sus principios y han repudiado en declaración pública el golpe y sus secuelas…”

“Pero el actual estado de cosas no será eterno. No prevalecerá la mentira sobre la verdad, ni la opresión sobre la libertad, ni el fascismo sobre la democracia… Los trabajadores y las masas populares se recuperarán del golpe recibido y volverán, sin duda, a regir los destinos de la Patria. Como siempre, pondremos el acento en la organización, la unidad y la lucha de las masas y en el desarrollo creciente de su conciencia política…”

“Debemos poner término al terror ejercido contra el pueblo y abrir paso a nuevos horizontes revolucionarios. Para ello, la voz de orden de la hora presente es la de la unidad más amplia del pueblo.
Unidad para defender el derecho a la vida y poner fin a la represión y a la muerte…” (Ref.: “Desde Chile hablan los comunistas”. Ediciones Colo-Colo, 1976, páginas 23, 24, 25, 27 y 31)

Víctor Jara sigue combatiendo

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Víctor Lidio Jara Martínez nació el 28 de septiembre de 1938 en Quiriquina, localidad ubicada cerca Chillán Viejo. Su niñez transcurrió en el lugar campesino de Lonquén, cerca de la ciudad de Talagante, arrullado por el canto de su madre y laborando en las duras faenas campesinas, detrás del arado o en la trilla. Ayudó desde los seis años a su padre, Manuel, un inquilino que no sabía leer ni escribir. La madre, de nombre Amanda, de estatura baja y gordita, con una bella sonrisa. Eran cuatro hermanos: María, Georgina, Eduardo y Víctor. Posteriormente nació un quinto, Roberto.

La madre

La madre, el pilar de la casa, se empeñó y logró que sus hijos estudiaran. En la escuela, Víctor se destacó como buen alumno. Posteriormente, la familia se trasladó a la capital, a la Población Los Nogales, cerca de la Estación Central. Víctor y su hermano Eduardo concluyeron sus estudios primarios en una escuela católica de la población.

La madre consiguió un puesto como cocinera en un pequeño restaurante ubicado frente a la Estación Central. Trabajando muy duro algunos años, logró reunir lo suficiente para comprar un puesto en el mercado.

La familia se mudó a una casita en la calle Jotabeche. Como estaba lejos del mercado la madre debía salir a las dos de la madrugada, pues los clientes comenzaban a llegar a las cuatro. Manuel, el padre, ya no vivía con ellos. Víctor, con la idea de poder ayudar a su madre en el negocio, entró a estudiar contabilidad en un instituto comercial.

En marzo de 1950, murió la madre de un ataque cardíaco.

En el coro universitario

Para Víctor, que por entonces tenía 15 años de edad, fue un golpe muy duro. Entró al Seminario de la Orden de los Redentoristas en San Bernardo, abandonándolo en 1952. Hizo el Servicio Militar en la Escuela de Infantería de San Bernardo. Terminado éste, volvió en mayo de 1953 a la Población Los Nogales, después de tres años de ausencia. Lo acogió la familia Morgado y un grupo de amigos. Consiguió un puesto de portero en el hospital local.
Por la prensa se impuso del anuncio de una prueba para ingresar al Coro Universitario para cantar en ‘Carmina Burana’. Postuló. Fue aceptado como tenor. Participó en la producción de Uthoff en el Teatro Municipal, vestido con un hábito marrón de monje.

En la Escuela de Teatro

En 1954 viajó al norte con un grupo de nuevos amigos del coro, para recoger e investigar la música popular de la zona. Al regresar a Santiago, presenció una función de un grupo de pantomima recién formado por Enrique Noiswander. De inmediato habló con éste, quien lo invitó a participar en una prueba en el estudio donde ensayaba el grupo. Víctor mostró su sentido de movimiento y expresividad. Entonces le ofrecieron la oportunidad de estudiar en el grupo de mimos.

En 1955 se matriculó en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. También se incorporó al Conjunto de Cantos y Danzas Folklóricas Cuncumén.

Conoce a Violeta Parra

En 1957, Víctor cursó el segundo año en la escuela de teatro. Por entonces comenzó a frecuentar el café Sao Paulo, en el centro de Santiago, donde se reunían a mediodía artistas e intelectuales. Ahí encontró a Violeta Parra, conocida sólo por un pequeño círculo de personas en Chile, pero que acababa de regresar de su primera visita a Europa.

Violeta vivía por esa época en La Reina en un pequeño bungalow. Víctor la visitaba con frecuencia. Allí conoció a Ángel Parra y se convirtieron en grandes amigos.

Ingresa a las Juventudes Comunistas

En 1958 Víctor Jara comenzó a militar en las Juventudes Comunistas de Chile, ello en plena campaña presidencial, en la que el Frente de Acción Popular, FRAP, postulaba como candidato a Salvador Allende.

En 1959 vivió su primera experiencia como director teatral, dirigiendo “Parecido a la Felicidad” de Alejandro Sieveking. Viajó con esa obra a Argentina, Uruguay, Venezuela y Cuba.

En 1961 realizó una gira a Europa como director artístico del Cuncumén. Ese mismo año compuso “Paloma quiero contarte”, canción con que inició su trabajo de creación musical y poética. La grabó, junto a otra de sus composiciones, “La canción del minero”, en un LP del Cuncumén.

Casa de la Cultura de Ñuñoa

En 1963, Gregorio de la Fuente, director de la Casa de la Cultura de Ñuñoa, le propuso fundar una Escuela de Folklore. Con ayuda de Maruja Espinoza, una componente del Cuncumén, Víctor organizó los cursos y enseñó las danzas folklóricas que más le gustaban; Maruja se concentró en la enseñanza de la guitarra. En un par de años un grupo numeroso y entusiasta de alumnos hizo posible la formación de un conjunto, del que posteriormente, surgieron varios solistas. Víctor trabajó en Ñuñoa hasta 1968. Desde 1963 a 1970 formó parte del equipo estable de directores del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, ITUCH.

Un artista consecuente

Realiza múltiples actividades artísticas, sin olvidar sus tareas políticas. En 1969 es figura principal en el Mitin Mundial de Jóvenes por Vietnam, realizado en Helsinki, Finlandia. Ese año obtiene el principal premio en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena con “Plegaria a un labrador”
En 1970 se dedicó de lleno a la campaña presidencial de la Unidad Popular,
Durante el Gobierno de Salvador Allende laboró en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad Técnica del Estado, UTE. En 1971 viajó a distintos países como embajador cultural de Chile. Se editó ese año su LP “La Población”.

El acto que no se realizo

Entre 1972 y 1973 compuso la música de continuidad de Televisión Nacional. Viajó a la Unión Soviética y Cuba. Participó en trabajos voluntarios y en la campaña parlamentaria que culminó el 4 de marzo de 1973.
El martes 11 de septiembre de 1973 Víctor estaba en la UTE. Debía participar en un acto en que el Presidente de la República se dirigirá a todo el país comunicando su decisión de llamar a un plebiscito para salir de la crisis política provocada por la oposición. Se produjo el golpe fascista. Soldados del ejército rodearon la Universidad. Al día siguiente invadieron el recinto universitario.

En el Estadio Chile

Tomaron prisioneros a los profesores, funcionarios y alumnos que se encontraban ahí. Fueron conducidos al Estadio Chile. Víctor iba entre ellos.
Las torturas las comienza a sufrir el jueves 13 de septiembre:

“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! ¡Repitió iracundo el oficial…! ¡A ese huevón!… ¡A ese! El soldado lo empujó sacándolo de la fila.

¡No me lo traten como señorita, carajo! Ante la orden, el soldado levantó su fusil y le dio un feroz culatazo en la espalda de Víctor. Cayó de bruces, casi a los pies del oficial.

¡Ch’é tu madre! … Vos soy el Víctor Jara huevón. El cantor marxista, ¡El cantor de pura mierda!

El horror del fascismo

Y, entonces, su bota se descargó furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos. –

Víctor, herido, ensangrentado, permaneció bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con prohibición de moverse. Desde ese lugar, contemplaba el horror del fascismo.

Allí permaneció la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor tenía varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo.

Estadio Víctor Jara ex Estadio Chile

Cruelmente torturado

El 15 de septiembre de 1973, cerca del mediodía se supo que saldrán en libertad algunos compañeros de la UTE. Los prisioneros empezaron a escribirles a esposas, madres, diciéndoles que estaban vivos. Víctor pidió lápiz y papel. Comenzó a escribir precipitadamente. De improviso, dos soldados lo tomaron y lo arrastraron violentamente hasta un sector alto del Estadio, donde su ubica un palco, gradería norte. Los soldados recibieron orden de golpearlo y comenzaron con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanzó a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego no volvió a levantarse.

El testimonio de Boris Navia

Relata Boris Navia: “Esa misma noche, ya en el Nacional, lleno de prisioneros, al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi Libreta, que Víctor me lanzó al ser arrastrado por los soldados, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, con su último canto, que escribió unas horas antes de morir y que el mismo tituló “Estadio Chile”, conteniendo todo el horror y el espanto de aquellas horas. Inmediatamente acordamos guardar este poema”.

Y logró salvar el último poema de Víctor Jara para estremecer con sus versos a la humanidad:

ESTADIO CHILE

“Somos cinco mil
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?

¡Cuánta humanidad
hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Somos diez mil manos menos
que no producen!

¿Cuántos somos en toda la Patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas
Así golpeará nuestro puño nuevamente.

Canto que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto
espanto como el que vivo
como el que muero, espanto”.

Víctor Jara fue asesinado cruelmente el 16 septiembre de 1973, lo acribillaron con 44 balazos.

Martes 18 de septiembre de 1973

Joan Jara, la compañera de Víctor, relata en “Víctor Jara un Canto Truncado”:

“Martes 18 de septiembre. Aproximadamente una hora después de levantarse el toque de queda, oigo el ruido del portón, como si alguien intentara entrar. Todavía está cerrado con llave. Me asomo a la ventana del cuarto de baño y veo a un joven afuera. Parece inofensivo y me decido a abrirle. Me dice con voz baja:
– Estoy buscando a la compañera de Víctor Jara. ¿Vive aquí? Por favor, confíe en mí. Soy un amigo –me muestra su carné-, ¿Puedo entrar un minuto? Tengo que hablar con usted –parece nervioso y preocupado. Me dice en un susurro-: Soy miembro de las Juventudes Comunistas.

Abro la puerta para que entre y nos sentamos en la sala.

-Lo siento, tenía que encontrarla… Lamento decirle que Víctor ha muerto…

Encontramos su cuerpo en la morgue. Un compañero que trabaja allí lo reconoció. Le ruego que sea valiente y que me acompañe para identificarle. ¿Llevaba calzoncillos azul oscuro? Tiene que venir, porque su cadáver lleva allí más de cuarenta y ocho horas y, si nadie lo reclama, se lo llevarán y lo enterrarán en una fosa común.

Un jotoso llamado “Héctor”

Joan Jara continúa relatando en su libro “Víctor Jara un canto truncado”:

“Héctor –así se llamaba- había estado trabajando en la morgue, el depósito de cadáveres municipal durante la última semana, tratando de identificar cuerpos anónimos que llegaban diariamente. Era un muchacho amable y sensible y había corrido un gran riesgo yendo a buscarme. En su condición de empleado tenía una tarjeta especial y, después de mostrarla en la entrada, me introdujo por una pequeña puerta lateral del edificio, a pocos metros de los portales del Cementerio General…

Lo encuentra su compañera

“Bajamos un oscuro pasadizo y entramos en una enorme sala. Mi nuevo amigo me apoya la mano en el codo para sostenerme mientras contemplo las filas y filas de cuerpos desnudos que cubren el suelo, apilados en montones, en su mayoría con heridas abiertas, algunos con las manos todavía atadas a la espalda. Hay jóvenes y viejos… cientos de cadáveres… en su mayoría parecen trabajadores… cientos de cadáveres que son seleccionados…

“Nos envían a la planta superior. El depósito está tan repleto que los cadáveres llenan todo el edificio, incluyendo las oficinas. Un largo pasillo, hileras de puertas y, en el suelo, una larga fila de cadáveres, éstos vestidos, algunos con aspectos de estudiantes, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta… y en la mitad de la fila descubro a Víctor.

Miraba desafiante

“Era Víctor, aunque le vi delgado y demacrado. ¿Qué te han hecho para consumirte así en una semana? Tenía los ojos abiertos y parecía mirar al frente con intensidad y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moratones en la mejilla. Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta… el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen… las manos parecían colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas las muñecas… pero era Víctor, mi marido, mi amor”.

Sus funerales

El martes 18 de septiembre de 1973 fueron los funerales de Víctor Jara. Relata su compañera:

“La caminata hasta el lugar del cementerio donde Víctor sería enterrado debió llevarnos entre veinte y treinta minutos. El carrito chirriaba y rechinaba sobre el pavimento irregular. Caminamos y caminamos… mi nuevo amigo Héctor a un lado, mi viejo amigo Héctor al otro. Sólo cuando el ataúd de Víctor desapareció en el nicho que nos habían asignado estuve al punto de desplomarme. Pero estaba vacía de sentimientos o sensaciones y sólo se mantenía viva la idea que Manuela y Amanda esperaban en casa, preguntándose qué ocurría, dónde estaba yo”.

Venció sobre sus verdugos

Al día siguiente el diario La Segunda publicó un breve párrafo en el que informaba de la muerte de Víctor: “El funeral fue de carácter privado y sólo asistieron los familiares”.
Después todos los medios recibieron la orden de no volver a mencionar a Víctor.
Pero en la televisión alguien arriesgó su vida insertando unos pocos compases de “La Plegaria” sobre la banda sonora de una película norteamericana.

Los verdugos asesinaron al cantor, pero sus canciones siguen emocionando y motivando. Son inmortales.

Fue así como Víctor, el heroico joven comunista, venció sobre sus verdugos. A 44 años de su asesinato sigue combatiendo.

A cuarenta años del Pleno de Agosto de 1977 (II)

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

El aporte del Partido Comunista a la Revolución Chilena

En el Informe “La Revolución Chilena, la dictadura fascista y la lucha por derribarla y crear una nueva democracia”, rendido por Luis Corvalán al Pleno de agosto de 1977, se señala:

El por qué jugó el Partido un rol decisivo

“No obstante todos nuestros errores, insuficiencias y debilidades, lo fundamental de la Revolución Chilena está en los éxitos que alcanzó y, en este sentido, a nosotros, los comunistas, nadie puede negarnos el papel decisivo que jugamos.
En virtud de su conocimiento de la práctica social y de la vida política del país, nuestro Partido visualizó la posibilidad de conquistar una parte del poder político, concretamente el Poder Ejecutivo, para iniciar desde allí grandes transformaciones revolucionarias y marchar a la conquista plena del Poder. Dicha posibilidad era al comienzo desestimada por otros sectores y atacada y considerada imposible por la ultraizquierda. Los hechos le dieron la razón a nuestro Partido.

La vía no armada no es exclusivamente electoral

El Partido no consideró nunca la vía no armada como una vía exclusivamente electoral. Lo principal era su concepción como lucha de masas. Siempre puso el énfasis en el combate de las masas populares por sus propias reivindicaciones y en aquellos objetivos antiimperialistas, anti-oligárquicos y anti-monopolistas que interesaban a la mayoría ciudadana y ayudaban por tanto al entendimiento de todas las fuerzas democráticas. Comprendió, al mismo tiempo, que esta lucha debía darse también en el terreno ideológico y político, esclareciendo constantemente los objetivos de la Revolución y de la unidad del pueblo y saliendo al paso de los deformadores de nuestra política.

Un aporte a la teoría y prácticas revolucionarias

Un aporte del Partido Comunista de Chile a la teoría y a la práctica de la revolución por una vía no armada constituye sus formulaciones acerca de la relación que hay entre esa vía y la violencia.
El Partido supo establecer, y actuar en consecuencia, que la vía pacífica no es sinónimo de pasividad; que se recorre en medio de aguda lucha de clases, de combates permanentes, de constantes enfrentamientos, que no desalojan sino presuponen no pocas acciones violentas, como tomas de tierra, ocupaciones de terrenos para viviendas, luchas callejeras, huelgas ilegales, etc.
Fue la comprensión correcta del carácter de la Revolución Chilena, la apreciación justa de la posibilidad de la vía no armada y de las formas concretas en que podía desenvolverse y, paralelamente, la tenacidad del Partido en la lucha por su línea la que le permitió al pueblo de Chile lograr la resonante victoria de 1970 y abrir paso a las transformaciones revolucionarias”.

Una vía propia

Más adelante agrega: “Los grandes éxitos logrados por nuestro Partido se deben en gran medida, insistimos, al hecho de haberse compenetrado de los problemas cuya solución maduraba en la sociedad chilena; de haber comprendido ciertas peculiaridades nacionales y tenido en cuenta las situaciones concretas. Sin ello no habría podido lograr mayores triunfos, no se habría convertido en un gran partido nacional y popular, ni habría podido entregar el aporte que dio a la Revolución Chilena.
Nada de eso habría sido posible si el Partido se hubiese regido por criterios dogmáticos o aplicado mecánicamente otras experiencias. En la elaboración y aplicación de su línea ha actuado de acuerdo al principio de la autonomía de cada Partido, que es principio del movimiento comunista”. (Luis Corvalán: “Informe al Pleno de agosto de 1977 del Comité Central del Partido Comunista de Chile” Ediciones Colo-Colo, 1978, páginas 38 y 39. Los subtítulos son nuestros)

Palpitantemente actual a los cuarenta años

Qué enormemente importante, valioso y actual resulta la parte del Informe de Luis Corvalán al Pleno de agosto de 1977, que hemos reproducido.
Cuando se cumplen 47 años de la victoria popular del 4 de septiembre de 1970 es necesario tener presente cómo se llegó a ella.
Recordar y rendir homenaje a quienes forjaron ese momento estelar de nuestra historia desde Luis Emilio Recabarren a Luis Corvalán Lépez, pasando por miles y miles de sencillos, abnegados y heroicos militantes.

Y sacar las conclusiones para el presente y el futuro.

Parte I de este artículo.

Parte III de este artículo.