Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
Cómo llegó a ser Dictador
El coronel Carlos Ibáñez del Campo ocupaba el cargo de Ministro de Guerra del Presidente Emiliano Figueroa desde comienzos de 1925. En febrero de 1927 provocó un cambio en el gabinete y pasó a ocupar la cartera del Interior. El 7 de abril de 1927, Ibáñez se convirtió en Vicepresidente de la República, cuando Figueroa -presionado por él- dejó sus funciones de Presidente, para luego presentar su renuncia, la que fue aceptada por el Congreso Nacional del 10 de mayo. Al día siguiente, Ibáñez se auto proclamó candidato presidencial. El 19 de ese mes, personeros de la burguesía y de las capas medias, reunidos en el Club de la Unión lo declararon su abanderado.
Todos los partidos políticos, con la sola excepción del comunista, apoyaron a Ibáñez. Su único contendor en las elecciones de mayo de 1927 fue Elías Lafertte, a la fecha relegado en la Isla Más Afuera.
Habiendo triunfado en los comicios electorales, Ibáñez asumió la Presidencia de la República el 21 de julio de 1927. Pronto se transformó en dictador. Mantuvo el Congreso Nacional, pero eliminó arbitrariamente de él a un grupo de parlamentarios que se oponían a sus planes. Toleró el funcionamiento de los partidos políticos, depurados de los escasos adversarios a su régimen. Mantuvo ilegalizado al Partido Comunista, y continuó la persecución a sus dirigentes y militantes.
Apoyo al Imperialismo
La dictadura ibañista llegó al poder no sólo apoyada por la oligarquía y la burguesía chilena, sino también por el imperialismo estadounidense Éste le otorgó créditos para realizar obras públicas, que permitieron absorber parte de la cesantía existente.
El régimen Ibañista (21 de julio de 1927 al 26 de julio de 1931) fue un gobierno dictatorial al servicio de los intereses de las empresas imperialistas, de la burguesía y oligarquía criollas que, para llevar adelante sus planes a favor de esos sectores, reprimió a la parte más consecuente del pueblo, en especial a los comunistas. Sus combates contra la dictadura constituyeron para ellos una verdadera escuela revolucionaria.
El Congreso Termal
Carlos Ibáñez creó un Parlamento de acuerdo a sus intereses y deseos. Intervino groseramente en la vida de los partidos por él aceptados, en todos menos el Partido Comunista. Lo hizo en forma tan descarada, que en 1930 les señaló a cada uno la cantidad, e incluso los nombres, de los candidatos que debían presentar a las elecciones parlamentarias a efectuarse ese año. De esta forma, y ante la obediente e indigna actitud de esos partidos, logró que el número de candidatos fuera igual a la cantidad de parlamentarios a elegir. Entonces, de acuerdo a lo establecido en la legislación vigente, no fue necesario realizar comicios electorales. De esta manera nació el “Congreso Termal”, llamado así porque fue en las Termas de Chillán, donde se elaboraron las listas de los senadores y diputados designados. Esta antidemocrática maniobra reemplazó a las elecciones parlamentarias que debían efectuarse en marzo de 1930.
El dictador no aceptó nada que no fuera absoluta sumisión. Muchas organizaciones de trabajadores; que intentaron mantener su autonomía, fueron perseguidas. Así ocurrió con la Asociación General de Profesores de Chile.
La crisis
El régimen ibañista subordinó nuestra economía a la de Estados Unidos. Por ello, la crisis, iniciada en ese país en 1929, repercutió tan fuerte en Chile.
Especialmente grave fue lo que ocurrió con el salitre.
Escribe Elías Lafertte, en ‘Vida de un Comunista’: “En el mes de julio de 1931 se produjeron grandes cambios en la política nacional. El cansancio por la dictadura de Ibáñez hizo crisis, como lo hizo también la cuestión económica. La cesantía en el norte vaciaba sobre Santiago y las provincias del centro a grandes masas de trabajadores hambrientos, con sus mujeres y sus hijos”.
El 21 de julio renunció el gabinete por discrepancias con Ibáñez sobre los procedimientos para superar la crisis. La situación del gobierno se hizo insostenible.
La caída
El 24 de julio se inició una huelga de brazos caídos, en la que participan obreros y estudiantes, los médicos de la capital, el Colegio de Abogados, las facultades de la Universidad de Chile, los ingenieros, farmacéuticos, profesores primarios y secundarios, empleados de bancos. Todos exigían el restablecimiento de las libertades públicas y el fin de la dictadura.
El sábado 25 hubo violentos encuentros con carabineros. En esos incidentes fue asesinado el profesor de Historia y Geografía Alberto Zañartu Camping.
Según informó ‘El Mercurio’ del 27 de julio de 1931, sus funerales tuvieron lugar el 26 de julio y al término de ellos, “a los que concurrieron cien mil personas, manifestantes enardecidos quemaron un camión de carabineros y tirotearon el club de Carabineros”.
Ese mismo domingo 26 de julio, el general Ibáñez se vio obligado por la gran movilización nacional y la combatividad de las masas, a entregar el mando de la nación al Presidente del Senado Pedro Opazo Letelier, que lo asumió en calidad de Vicepresidente.
Elías Lafertte en “Vida de un Comunista relata: “Era el 26 de julio. Al salir, a las doce y media del día, me encontré con el espectáculo que presentó Santiago ese día. Los automóviles corrían haciendo sonar sus bocinas, las gentes se abrazaban en la calle, sin conocerse. No se veía un solo carabinero ni militar por las calles. Estudiantes o señoritas dirigían el tránsito en las esquinas: Ibañez había caído y la libertad, después de los largos años de ibañismo, se paseaba eufórica por las calles de Santiago. Lo mismo ocurría en todas las ciudades, pueblos y aldeas de Chile. Los carabineros muertos de pánico, se habían refugiado en sus cuarteles
El único que combatió contra la Dictadura
Con fecha 13 de agosto de 1931, el periódico “Bandera Roja”, publicó un Manifiesto del Partido Comunista de Chile en donde decía:
“El Partido Comunista fue el único Partido que no arrió jamás la bandera de lucha contra la dictadura militar-fascista de Ibáñez. La atacó abiertamente como servidor de los intereses del imperialismo yanqui y como contraria a los intereses de las masas laboriosas. Ni la más brutal represión logró alterar la actitud de nuestro Partido. Y los militantes que en vez de combatirla se entregaron a ella, fueron expulsados como traidores al proletariado.
Los hechos han justificado plenamente la posición de nuestro Partido. Las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera sufrieron durante la dictadura un agravamiento enorme. Las promesas de mejoramiento pregonadas por los agentes de ella -el Partido Democrático, la USRACH, el Partido Laborista, la CRAC, etc. han quedado al descubierto como una solemne mistificación…
La acción contra la dictadura fue siempre para el Partido un episodio en la lucha contra los imperialismos y sus agentes, los terratenientes, los industriales y los banqueros chilenos…”
La lucha debe proseguir
Continuaba el Manifiesto: “El Partido Comunista ha lanzado sus consignas para el momento actual. La lucha debe proseguirse. Las banderas de la acción de clase no deben abatirse. Ninguna concomitancia con nuestros enemigos de clase. Ninguna vinculación con el Frente Único Civil, o sea, la unión sagrada de los capitalistas…
El Partido Comunista está en contra del civilismo desvencijado de los tiburones del Club de la Unión y en contra de la reacción militar. Sostiene, como siempre, una definida acción independiente del proletariado en lucha abierta por sus reivindicaciones de clase”.