Archivos de etiquetas: carl marx

En el Bicentenario de Karl Marx

Carlota Espina
Iván Ljubetic V.

Sus primeros 25 años (1818- 1843)

Karl Marx nació en la ciudad alemana de Trier, (Tréveris, en español), el 5 de mayo de 1818. El padre era un abogado judío convertido al protestantismo. Su familia era acomodada y culta. Después de cursar los estudios secundarios en Tréveris, siguió Derecho en las Universidades de Bonn y de Berlín, dedicándose especialmente a la Historia y a la Filosofía.

En 1818, Marx se encontraba en la Universidad de Bonn, donde llevó una vida estudiantil particularmente agitada -escribió poemas, fue sancionado por .la autoridad académica y se batió en un duelo- tras la cual se trasladó a la Universidad de Berlín orientado por su padre. Éste le ordenó que estudiara derecho, cosa que hizo, aunque lo fue sustituyendo por la filosofía. En la capital de Prusia, Karl Marx cambió de hábitos, leyó vorazmente y alternó poco, mientras seguía escribiendo versos.

Al finalizar sus estudios universitarios en 1841, era un idealista hegeliano. En Berlín se incorporó al Círculo de los “hegelianos de izquierda”, que intentaban sacar de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias. Luego Marx se trasladó a Bonn en 1842 con la intención de ganar una cátedra, lo que no consiguió.

La Gaceta del Rin

Los burgueses radicales renanos (de la región del Rin), que tenían ciertos puntos de contactos con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la “Gaceta del Rin”, cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842. Uno de sus principales colaboradores fue Carlos Marx, que en octubre de 1842 fue nombrado redactor jefe del periódico, trasladándose de Bonn a Colonia. Bajo su dirección la tendencia democrática y revolucionaria de la “Gaceta del Rin” fue acentuándose.

El gobierno reaccionario ordenó el cierre del periódico. Entonces, Marx se dedicó a estudiar economía política.

Marx se casa con Jenny Von Westphalen

Jenny von Westphalen, había nacido baronesa el 12 de febrero de 1814 en Salzwedel, Reino de Prusia. Se crió en Tréveris y fue amiga de Marx desde la infancia. . Ella pertenecía a una reaccionaria familia de la nobleza prusiana.

Jenny participaba de las recepciones que brindaba su aristocrática familia y era conocida como “la reina de los bailes de Tréveris”.
Pero Jenny abandonó ese estilo de vida para elegir otro camino: el de la lucha de la clase obrera. Ya desde joven cuestionaba las ideas de su padre, simpatizando con la “fiesta de Hambach”, una manifestación de 1832 en la que estudiantes, intelectuales, campesinos y burgueses liberales proclamaron la unidad de Alemania. Con su hermano Edgar y su amigo Karl Marx pasaban largas horas hablando sobre la revolución.

Su hermano mayor era el barón Ferdinand von Westphalen, fue Ministro del Interior de Prusia, durante una de las épocas más reaccionarias, entre 1850 y 1858. y ordenó el arresto y deportación de su cuñado, iniciando Marx su largo exilio en Londres.
Jenny y Karl Marx se encontraban regularmente cuando niños. Ella era cuatro años mayor que él. Durante la adolescencia se convirtieron en amigos íntimos, ya que ambos eran cultos y apasionados por la literatura. En el verano de 1835 comenzaron su noviazgo. Según Marx, quien confesaba estar muy enamorado, ella era la joven más linda de Tréveris.

El Barón Ludwig von Westphalen, padre de Jenny, era también amigo de Heinrich, el padre de Marx. El joven Karl también se convirtió en amigo y admirador del barón; juntos solían realizar largas caminatas, durante las cuales hablaban de filosofía y de literatura inglesa.

Jenny y Karl se comprometieron en 1836, un año después él le dedicaría a ella un compendio de numerosos poemas de amor.
Por ejemplo en 1837, Marx escribió su poema “Amor nocturno”, describiendo la pasión desbordada que sentía por Jenny. Conozcamos un fragmento de éste:

“Frenético, él la abraza,
y mira oscuramente en sus ojos.
“Ardes dolorosamente, querida,
y en mi respiración suspiras”.
“¡Ah, has bebido de mi alma,
y en verdad mío es tu resplandor!
Mi joya, brillas por entero,
y resplandece tu sangre de juventud”.
“Tú, la más dulce, tan pálido tu rostro,
tan maravillosamente extrañas tus palabras,
ves al través de la gracia de la música
cómo se deslizan los universos más elevados”.

Finalmente se casaron el 21 de mayo 1843 en la iglesia de San Pablo en Kreuznach. Jenny fue la fiel compañera de Marx.

El periodo de París (Octubre de 1843-1845)

Poco tiempo después, en octubre de 1843, Karl y Jenny se trasladaron a París. y se hicieron amigos del poeta alemán Henrich Heine.

La idea de Marx era publicar en la capital francesa una revista de tipo revolucionario. Logró publicar un primer cuaderno de “Anales Franco-Alemanes”. Fue el único que vio la luz.

El importante rol de Jenny Westphalen

Jenny, escritora, fue una importante colaboradora y una significativa interlocutora intelectual de Marx. Era la primera en leer sus trabajos, escritos en una letra indescifrable, excepto para su esposa. Por eso, Jenny fue la encargada de “traducir” sus textos, pasarlos en limpio y enviarlos a la imprenta. Así, se convirtió en una de las primeras personas en comprender sus ideas. Dedicando su vida a luchar junto a la clase obrera y participando incluso en las discusiones con el filósofo Ludwig Feuerbach y los anarquistas Proudhon y Bakunin.

Con razón, Eleanor, su hija menor, dirá posteriormente: “se casó mi padre con su amiga y camarada.”

En 1844 dos hechos importantes: nació su hija Jenny y Marx conoció en septiembre a Friedrich Engels. A partir de ese momento fue su gran amigo y compañero. Ambos participaron en las actividades de los grupos revolucionarios de la capital francesa.

El periodo de Bruselas (1845 – 1848)

El duro exilio

La familia vivía de préstamos en Francia. Y la situación se agravó cuando Marx fue expulsado de París por revolucionario peligroso, en enero de 1845. Se establecieron en Bruselas, Bélgica. Jenny siempre se preocupó de pagar las deudas, empeñando lo poco que tenían; pedía préstamos o adelantos de herencias a sus familiares. Soportaba las adversidades, las penurias. Ella no sólo había elegido a Marx como su marido, sino también eligió libre y conscientemente, la lucha por la revolución proletaria.

El Manifiesto del Partido Comunista

En 1847, Marx y Engels se afiliaron a la Liga de los Comunistas, una sociedad secreta. Tomaron parte destacada en el II Congreso de esta organización, celebrado en Londres en noviembre de 1847. Fue en ese evento cuando se les encargó escribieran el programa de la Liga.
Marx, Engels y Jenny, que fue la primera mujer militante de la Liga de los Comunistas, se sumergieron en la tarea. Ella trascribía, redactaba, opinaba. El resultado fue el famoso “Manifiesto del Partido Comunista”, cuya primera edición apareció en Londres, en alemán, el 24 de febrero de 1848. Es considerado el acta de nacimiento de la doctrina marxista, que se inicia diciendo:

“La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clase. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros artesanos y jornaleros, en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que terminó siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”.

“Esta obra –escribió Lenin- expone con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y el papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista”.

En 1847 nació el hijo Edward, que moriría en Londres ocho años después.

El periodo de Colonia (1848 – 1849)

La nueva Gaceta del Rin

Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bruselas. Se trasladó nuevamente a París, desde donde, después de la revolución de marzo, pasó a Alemania, quedándose en Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849, apareció en esta ciudad la “Nueva Gaceta del Rin”, que tenía a Marx como director jefe. Los planteamientos de Marx fueron confirmados por los acontecimientos revolucionarios de 1848 y 1849.

El 16 de mayo de 1849 fue expulsado de Alemania por el hermano mayor de su esposa Yenny, el barón Ferdinand von Westphalen.
Marx, con su familia, vivió un breve período en París, de donde fue expulsado después de la manifestación del 13 de junio de 1849. En Alemania, Ferdinand Lassalle, abogado y político socialista alemán, realizó una colecta en beneficio de Marx. Con lo reunido, éste pudo cancelar los pasajes para Inglaterra. Entonces, se dirigió con su familia a Londres, donde pasó el resto de su vida.

El periodo de Londes (1849 – 1883)

Las condiciones de vida de la familia de Carlos Marx en el exilio fueron muy penosas. A no ser por la constante ayuda económica de Friedrich Engels, la familia habría sucumbido bajo el peso de la miseria. Tres de sus hijos murieron en la infancia, en Londres, cuando atravesaban extraordinarias dificultades económicas. Sólo sobrevivieron a esos tiempos difíciles sus hijas Jenny, Laura y Leonor.

Evocaciones de Wilhelm Liebknecht

Wilhelm Liebknecht, político socialista alemán, uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Alemania, padre de Karl y Theodor Liebknecht, escribió varias obras sobre Marx. Una de ellas fue “Por los campos y los eriales”. En ella relata lo siguiente:
“Marx perdió varios hijos, entre ellos dos varones; el uno, nacido en Londres, murió casi en seguida; el otro, nacido en París, falleció después de una larga enfermedad crónica: la muerte de este último fue un terrible golpe para Marx. Recuerdo aún las tristes semanas de aquella enfermedad, sin esperanza de curación. El chiquillo se llamaba Edgard, en recuerdo de su tío, pero era más conocido por nosotros con el sobrenombre de “Mosco”; manifestaba gran inteligencia, pero desgraciadamente era muy enfermizo: el pobre pequeñito tenía dos ojos espléndidos y una cabeza que prometía mucho, pero que parecía demasiado pesada para su cuerpo raquítico. Si el pobre “mosquito” hubiera podido recibir cuidados constantes, a la orilla del mar o en el campo, tal vez se habría salvado; pero la vida errante, los viajes continuos y forzados, la existencia miserable que sobrellevó en Londres, no eran nada apropiados para preservar y proteger aquella frágil naturaleza en la lucha por la vida; el tierno amor de sus padres y los cuidados infinitos de su madre, fueron impotentes. “Mosco” murió. Nunca olvidaré esta escena… La madre abismada en un dolor mudo, inclinada sobre el cadáver de su hijo; Lenchen, de pie, muy cerca, sacudida por los sollozos; Marx víctima de una terrible excitación, rehusando duramente, casi con hostilidad, todo consuelo; las dos chiquillas, llorando dulcemente y estrechándose contra su madre. La madre, hundida en el dolor, anudaba convulsivamente sus brazos alrededor de las dos criaturas, como si hubiera querido fundirlas con ella y protegerlas contra la muerte que acababa de arrebatarle a su hijo”. (Edgard había nacido en 1847 y falleció en 1855).

Jenny relata un día en el exilio

Jenny Westphaler en carta dirigida a un amigo; Joseph Weydemeyer y fechada en Londres el 20 de mayo de 1850, le relata un terrible día de 1849:

“Le describiré un día de esta vida, exactamente –tal como era, y comprenderá usted que pocos emigrantes quizá han pasado por algo semejante. Como las nodrizas son aquí demasiado caras decidí alimentar yo misma a mi hijo, a pesar de que sufría de terribles dolores en el pecho y en la espalda. Pero el pobre angelito bebía tanta preocupación y acallada ansiedad, que se alimentaba mal y sufría terriblemente de día y de noche. Desde que vino al mundo no ha dormido una sola noche completa, dos o tres horas cuando más y eso raramente. Ha sufrido recientemente también de violentas convulsiones y no ha dejado de estar entre la vida y la muerte. En medio de su dolor, mamaba tan desesperadamente que mi pecho se irritó, la piel se agrietó y muchas veces la sangre llenaba su boquita temblorosa. Estaba sentada con él un día, en estas condiciones, cuando entró nuestra casera. Le habíamos pagado 250 táleros en el invierno y habíamos acordado que en el futuro no le entregaríamos el dinero a ella sino a su casateniente, que tenía un auto judicial contra ella. Negó el acuerdo y exigió cinco libras que todavía le debíamos. Como no teníamos el dinero en ese momento vinieron dos alguaciles y me embargaron los pocos objetos que poseía —ropa, camas—, todo, hasta la cuna de mi pobre hijito y los mejores juguetes de mis hijas, que se pusieron a llorar amargamente.

Amenazaron con llevarse todo en el término de dos horas. Habría tenido que dormir sobre el piso, con mis hijas heladas y mi pecho enfermo. Nuestro amigo Schramm se apresuró a ir al centro de la ciudad, en busca de ayuda. Subió a un coche, pero los caballos tropezaron y salió despedido del coche y lo trajeron sangrando a la casa, donde yo me encontraba en sollozos con mis pobres hijos que temblaban de frío.

Tuvimos que abandonar la casa al día siguiente. Hacía frío, llovía y estaba oscuro. Mi marido, nos buscaba acomodo. Cuando mencionaba a los cuatro niños nadie nos aceptaba. Por fin un amigo nos ayudó, pagamos la renta y rápidamente vendí todas las camas para pagar al farmacéutico, al panadero, al carnicero y al lechero que, alarmados ante el embargo, de repente me asediaron con sus cuentas. Las camas que habíamos vendido fueron sacadas y colocadas en una carretilla. ¿Qué sucedía? Ya se había puesto el sol. Estábamos contraviniendo las leyes inglesas. El dueño de la casa nos alcanzó con dos guardias, sosteniendo que podía haber algunas de sus pertenencias entre nuestras cosas y que queríamos marchamos al extranjero. En menos de cinco minutos había dos o trescientas personas reunidas, frente a nuestra puerta: toda la gente de Chelsea. Las camas fueron traídas de nuevo, no pudieron ser entregadas al comprador sino después de salir el sol, al día siguiente. Cuando vendimos todas nuestras pertenencias me fui con mis pequeños a las dos pequeñas habitaciones que ahora ocupamos en el Germán Hotel, Leicester St., Leicester Square 1. Allí, por 5 libras a la semana se nos dio una acogida humana”.

Como Marx amaba a su fiel compañera

Marx amó profundamente a Jenny. En una carta que le escribió el 21 de junio de 1856 le decía:

“Querida mía: De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, puedes contestarme… Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso…

“La separación temporal es útil y que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima las diferencias entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras que las menudencias de la vida diaria, al tropezar con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

“Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

“Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos. Tu Carlos”.

“El Capital”: Su método de estudio

Unánimemente considerada como la obra esencial de Karl Marx, El Capital es un magno tratado en tres volúmenes. El primero se publicó en Hamburgo en 1867; el segundo y el tercero fueron publicados por Engels después de la muerte del autor, respectivamente en 1885 y en 1894.

Karl Marx se sobrepuso a las persecuciones y a la agobiante situación económica y escribió numerosas obras, entre ellas El Capital. Pero también actuó en la práctica como un revolucionario.
La forma en que Marx enfrentó el trabajo de “El Capital” nos sirve para conocer su método de estudio, de investigación científica.
Antes de publicar el primer tomo de esta obra monumental, la más importante de todas las que escribió, laboró una serie de grandes trabajos preliminares a modo de monografías. Éstas no estaban destinadas a ser publicadas, sino que le servían al propio Marx para dominar las cuestiones a tratar. Estas monografías llenaban siete cuadernos.

Esta gigantesca labor previa de investigación científica la inició el año 1843 y sólo en 1853 se lanzó a la tarea de redactar “El Capital”.

Marx consideró posible publicar el trabajo “Contribución a la crítica de la Economía Política”, que constituye los dos primeros capítulos del primer tomo, sólo después de 15 años de estudio y elaboración crítica de la literatura económica.

Y 24 años después de haber iniciado sus investigaciones científicas publicó “EL Capital”.

Debemos tener en consideración la difícil existencia material de la familia de Marx, lo que le exigía ganarse el sustento; además tenía la enorme tarea de ser el jefe y organizador del partido revolucionario, junto a ello, la constante y tenaz lucha contra las corrientes pequeñoburguesas hostiles al partido. Todo esto le ocupaba mucho tiempo y energías, por lo que parece imposible que la enorme labor preparatoria de “El Capital” haya sido hecha por una sola persona. Pero, sin embargo, Marx la hizo. Y para entender lo gigantesco de esta labor, digamos que datos incompletos indican que estudió y resumió más 1.500 libros para su obra “EL Capital”.

Marx se pasaba trabajando diez horas diarias en la biblioteca delo Museo Británico.

Jenny fue una importante colaboradora en la transcripción de los originales de El Capital, que la sabía una obra que marcaría la historia, desenmascarando a la burguesía y mostrando a los trabajadores la existencia finita de un sistema de explotación que los oprime a diario. Por eso ayudó a promocionarlo, escribiendo cartas a diferentes redactores de periódicos alemanes. También se encargó de la correspondencia de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Primera Internacional.

Paul Lafargue: Cómo estudiaba Marx

Paul Lafargue, periodista, médico, miembro de la Primera Internacional, revolucionario franco-español de origen cubano, se casó con Laura una de las hijas de Karl Marx. Escribió un libro titulado “Recuerdos sobre Marx”, en donde relata sobre la forma en que trabajaba Karl Marx. Señala;

“A pesar de que se acostaba muy tarde, Marx se levantaba siempre entre las ocho y las nueve de la mañana, tomaba un poco de café negro, leía los periódicos y se dirigía a su estudio, donde trabajaba hasta las dos o tres de la madrugada. Sólo interrumpía su trabajo para comer y, cuando lo permitía el tiempo, para dar un paseo por Hampstead Heath al atardecer. Durante el día dormía algunas veces una o dos horas en el sofá.

En su juventud trabajaba con frecuencia toda la noche. Marx sentía pasión por el trabajo. Se absorbía tanto en él que muchas veces se olvidaba de comer. Frecuentemente había que llamarlo varias veces para que fuera al comedor y apenas había terminado con el último bocado cuando regresaba a su estudio. Comía muy poco y hasta sufría de falta de apetito. Trataba de vencerlo con alimentos muy condimentados: jamón, pescado ahumado, caviar, pepinillos. Su estómago tenía que resentir la enorme actividad de su cerebro. Sacrificaba todo su cuerpo al cerebro”.

Su hija Eleonor recuerda la actividad de Marx en el movimiento obrero

En la biografía escrita por su hija Eleonor Marx titulada “Mi Padre” escribe:

“El movimiento obrero llegaba a tener tal importancia que Marx pensó en realizar el proyecto que tanto le interesaba: organizar una Internacional Obrera a base de los países más adelantados de Europa y América. En abril de 1864, los trabajadores de distintos países se reunieron para manifestar sus simpatías por Polonia. En aquel acto se acordó fundar la Internacional, llevándose a efecto en Saint Martin’s Hall (Londres) el 28 de septiembre de 1864, bajo la presidencia del profesor Beesly.

Se eligió un Comité o Consejo provisional y Marx redactó un llamamiento inaugural y unos Estatutos que no eran aún definitivos. En tal llamamiento pinta Marx la miseria de la clase obrera, miseria que se manifiesta incluso en épocas de prosperidad comercial, y pide la unión de esfuerzos a los obreros de todos los países. Como diez años antes en el ‘Manifiesto Comunista’, el llamamiento contenía esta frase de Marx: ‘¡Proletarios de todos los países, uníos!’.

Puntualizar la actividad de Marx en la Internacional, equivaldría a escribir la historia de ésta. Fue mi padre Secretario de las secciones proletarias de Alemania y Rusia en la Internacional y animador de los Congresos sucesivos. Los manifiestos, con excepción de uno o dos, desde el llamamiento inaugural a ‘La Guerra Civil en Francia’, fueron redactados por Marx.”

Marx y los niños

Recuerdos de su hija Eleanor Marx:

“Era en su relación con los niños donde Marx era quizás más encantador. No ha habido compañero de juegos más agradable para los niños. El recuerdo más antiguo que tengo de él data de mis tres años de edad, y “Mohr” (Moro es español) un viejo apodo familiar, me llevaba cargada sobre sus hombros alrededor de nuestro pequeño jardín en Grafton Terrace poniéndome flores en mis cabellos castaños. Mohr era, en opinión de todos nosotros, un espléndido caballo. Antes —yo no recuerdo aquellos días pero me lo han contado— mis hermanas y mi hermanito —cuya muerte poco después de mi nacimiento fue una pena de toda la vida para mis padres— “arreaban” a Mohr, atado a unas sillas sobre las que se “montaban” y que él tenía que arrastrar… Personalmente —quizás porque no tenía hermanas de mi edad— prefería a Mohr como caballo de montar. Sentada sobre sus hombros, agarrada a su gran crin de pelo, negro por aquella época, apenas con un poco de gris, me dio magníficos paseos por nuestro pequeño jardín y por los terrenos —ahora construidos— que rodeaban nuestra casa de Grafton Terrace”.

Marx y sus hijas

Recuerdos de Paul Lafargue:

“Marx se pasaba horas jugando con sus hijas. Éstas recuerdan todavía las batallas marítimas en una gran tina de agua y el incendio de las flotas de barcos de papel que les hacía y a los que prendían fuego después para su gran entusiasmo.

Los domingos sus hijas no lo dejaban trabajar; les pertenecía por todo el día. Si el tiempo era bueno, toda la familia iba a dar un paseo por el campo. En el camino, se detenían en alguna posada modesta a comprar pan, queso y cerveza de gengibre. Cuando sus hijas eran pequeñas les hacía sentir más corto el camino durante un largo paseo contándoles interminables historias fantásticas que inventaba en medio de la marcha, desarrollando y haciendo más tensas las complicaciones de acuerdo con la distancia que tenían que recorrer, de modo que las pequeñas se olvidaran del cansancio al escucharlo. Tenía una imaginación incomparablemente fértil”.

Recuerdos del obrero Friedrich Lessner

“La casa de Marx estuvo abierta para todos los compañeros; nunca olvidaré las horas agradables que he pasado yo y otros en compañía de su familia. ¡Cómo brillaba allí la incomparable señora Marx! Alta, de apariencia distinguida, de una rara belleza, pero tan extraordinariamente buena, amable y espiritual y tan desprovista de todo orgullo, de toda displicencia, que uno se sentía en casa de ella como al lado de una madre o de una hermana. Toda ella hacía evocar los versos del poeta popular escocés, Robert Burns: “Mujer, encantadora mujer, el cielo te ha destinado para suavizar al hombre”. Plena de entusiasmo por el movimiento obrero, se sentía transportada de alegría ante cada victoria obtenida en la lucha contra la burguesía.

Las hijas de Marx estaban acostumbradas, desde niñas, a sentir un profundo interés por el movimiento obrero. Y se explica, pues éste era el principal tema de conversación en casa de Marx, y las relaciones entre él y sus hijas eran lo más tiernas y libres que se puede imaginar. Sus hijas lo trataban como se trata a un hermano o a un amigo, pues Marx desdeñaba todos esos atributos exteriores de la autoridad paterna. Era el camarada de sus hijos cuando tenía tiempo de jugar con ellos, y en los asuntos serios era su consejero. Decía que lo que más le gustaba del Cristo de la Biblia era su amor por los niños. Cuando no tenía nada que hacer en la calle y se iba de paseo por Hampstead Heath, podía verse con frecuencia al autor de El Capital jugar a la ronda con una banda de pilluelos.

Marx apreciaba siempre todo esfuerzo sincero y toda posición independiente; como todos los hombres verdaderamente superiores, estaba desprovisto de vanidad. Ya he dicho que tenía inmenso interés por la opinión de los más simples obreros y que venía con frecuencia a mi casa por las tardes y me llevaba a pasear y a discutir toda clase de cuestiones. Naturalmente, yo lo dejaba hablar tanto como era posible, pues se experimentaba un gran placer escuchándolo y viendo cómo desenvolvía sus ideas, y su conversación me apasionaba de tal modo que lo dejaba con pena. Era un compañero tan agradable que atraía y encantaba, podría decir, a todo el que se le aproximaba. Tenía una risa cordial y una ironía que respiraba franqueza. Cuando se tenían noticias del éxito de nuestros camaradas en un país cualquiera, manifestaba su alegría en la forma más bullanguera, arrastrando con él a todos los que lo rodeaban. ¡Y se alegraba tanto del más insignificante éxito electoral de nuestros camaradas de Alemania, de toda huelga ganada, como se hubiera alegrado hoy de las manifestaciones monstruosas de mayo último! En cuanto a los ataques de sus adversarios, no hacía sino reír y había que ver con qué ironía, con qué sarcasmo hablaba de ellos”.

Las respuestas de Marx

En un manuscrito de Laura, una de las hijas de Marx, en inglés, de puño y letra suyos encontramos las respuestas que Karl Marx había dado a un cuestionario preparado por sus jóvenes hijas en una especie de juego cultural, y que son las que aquí se reproducen:

Virtud favorita: La sencillez.
Virtud favorita en el hombre: La fortaleza.
Su rasgo principal: La unidad de propósito.
Idea de la felicidad: Luchar.
Idea de la desgracia: La sumisión.
El vicio que más excusa: La credulidad.
El vicio que más detesta: El servilismo.
Ocupación favorita: Ratón de biblioteca.
Poeta favorito: Shakespeare, Esquilo, Goethe.
Prosista favorito: Diderot.
Héroe favorito: Espartaco, Kepler.
Flor favorita: Dafne.
Color favorito: Rojo.
Nombre favorito: Laura, Jenny.
Plato favorito: Pescado.
Máxima favorita: Nada de lo humano me es ajeno.
Lema favorito: Hay que dudar de todo.

Muere Jenny y poco después Marx

El 2 de diciembre de 1881 murió en Londres, víctima de un cáncer hepático su heroica y abnegada esposa, Jenny von Westphalen. Fue un golpe terrible para Marx. Éste, que desde su juventud fue aficionado a escribir poesías, al fallecer su compañera le dedicó “Soneto Final a Jenny”:

Una cosa, pequeña, debo aún decirte:
gozoso acabo esta canción de adiós
las últimas ondas de plata van a buscar
el aliento de Jenny para encontrar su alma.

Saltando alegres por rocas y torres,
corriendo a través de torrentes y lluvias,
mientras las horas con el pulso vital
buscan consagrar en ti su plenitud.

Envuelto en el amplio manto de mi ardor
elevado y brillante el corazón de orgullo,
triunfalmente libre de fuerzas y presiones.

Recorro con firmeza el espacioso terreno,
el dolor se deshace ante tu cara luminosa
y del árbol de la vida brotan los sueños.

A poco más de un año de morir su compañera, el 14 de marzo de 1883, Marx, el principal creador de la doctrina marxista, se dormía para siempre. Estaba por cumplir los 65 años de edad.

Lo despide su amigo y camarada Friedrich Engels

Los funerales de Karl Marx se efectuaron en el Cementerio de Highgate, Londres, el 17 de marzo de 1883. Ante su tumba, su amigo y camarada, Friedrich Engels, pronunció un histórico discurso, en donde dijo:

“El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas lo dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, lo encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre.

Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa u de América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Muy pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana; el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se venían haciendo.

Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas…”

“Marx era ante todo un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”.

“Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde las minas de Siberia hasta California.
Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra”.

Así finalizó sus palabras, Friedrich Engels, su amigo y compañero, el 17 de marzo de 1883, en el Cementerio Highgate, en Londres.

Principales Obras de Karl Marx

• — 1845 Tesis sobre Feuerbach.
• — 1847 Trabajo asalariado y capital.
• — 1847 La miseria de la filosofía.
• — 1848 Discurso sobre el libre cambio.
• — 1849 Trabajo asalariado y capital.
• — 1850 Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.
• — 1851-1852 El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.
• — 1859 Contribución a la Crítica de la Economía Política.
• — 1864 Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
• — 1865 Salario, precio y ganancia.
• — 1867 El Capital.
• — 1871 La guerra civil en Francia.
• — 1874 Acotaciones al libro de Bakunin El Estado y la Anarquía.
• — 1875 Crítica al Programa de Gotha.

Obras escritas en colaboración con Engels

• — 1845 La ideología alemana.
• — 1845 La sagrada familia.
• — 1848 Manifiesto del Partido Comunista.
• — 1850 Circular del Comité Central a la Liga Comunista.
• — 1872 Las pretendidas escisiones de la Internacional.

Karl Marx: En su 200 natilicio

Se han cumplido 200 años del nacimiento de Karl Marx y 135 años de su desaparecimiento físico. Pero sigue viviendo a través de sus obras que, en sus puntos relevantes, mantienen palpitante actualidad.

También permanece su ejemplo de revolucionario, su heroica existencia, su humanismo, su genialidad indiscutible.
Junto a él trabajaron Jenny, su fiel compañera, y Friedrich Engels, su leal amigo y camarada.

El Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, ha querido honrar al revolucionario que siempre fue consecuente con su máxima “Nada de lo humano me es ajeno”.

Engels y Marx
Jenny

Emotivo homenaje a Karl Marx y Max Berrú

Sencillo, emotivo y combativo fue el homenaje a Karl Marx, con motivo del bicentenario de su nacimiento, y a Max Berrú, por su sentida partida, organizado por el Centro de Extensión e Investigación  Luis Emilio Recabarren, CEILER, el martes 8 de mayo de 2018 en el salón Camilo Guzmán Sandoval del ICHIL.
Bajo la dirección de la directora Irene Bravo, el Panel constó de dos partes. En la primera, luego de darse lectura a un saludo enviado desde Alemania por los comunistas chilenos que residen en ese país, Carlota Espina e Iván Ljubetic leyeron un trabajo sobre la vida y obras de Karl Marx y su esposa Jenny von Westphalen (que adjuntamos).

En la segunda parte el artista Víctor Seves hizo un hermoso recuerdo de lo vivido junto al que llamó su hermano, el querido compañero Max Berrú. Relato que conmovió, incluso vimos lágrimas en muchos rostros.

Luego, acompañado por otros dos artistas, interpretó canciones que Max siempre cantaba trayendo emocionantes recuerdos del que fuera el Presidente del CEILER.

El Manifiesto del Partido Comunista y su influencia en los orígenes del pensamiento revolucionario chileno

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

I.- ¿CUÁL FUE EL ORIGEN DEL “MANIFIESTO”?

Exiliados alemanes que vivían en París fundaron en 1834 la Liga de los Proscritos, una sociedad secreta democrático-republicana. En 1836, sus elementos más avanzados dieron vida a la Liga de los Justos. A mediados de 1847 esta asociación realizó en Londres su Primer Congreso, al que asistió Federico Engels. En este evento efectuado en la más estricta clandestinidad, se produjo el cambio de su nombre por el de Liga de los Comunistas.

Entre fines de noviembre y comienzos de diciembre de 1847, se celebró, también en Londres y clandestinamente, el Segundo Congreso de la Liga de los Comunistas. Concurrieron Carlos Marx y Federico Engels, que expusieron y defendieron la teoría que habían creado. Estos nuevos principios fueron aprobados por unanimidad. El viejo lema de “Todos los hombres son hermanos”, fue reemplazado por el de “Proletarios de todos los países, uníos”.

El Segundo Congreso de la Liga encargó a Marx y Engels la redacción de un programa.

Tal fue el origen del Manifiesto del Partido Comunista. El 24 de febrero de 1848 se publicó en Londres, en idioma alemán, la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista, redactado por Marx y Engels.

II.- SOBRE EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA

Es un texto breve. Su primera edición tenía sólo 23 páginas.
Esta obra –pequeño libro que vale por tomos enteros, al decir de Lenin- consta de una Introducción y cuatro partes. Se inicia con la famosa frase: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”.

Agregando: “Ya es hora que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio partido”.

La primera parte tiene por título “Burgueses y Proletarios”. Y allí se expone de entrada su tesis central: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días, ha sido la historia de la lucha de clases”.

En esa parte Marx y Engels escribieron (atención, pues parece que no fue escrito hace ya 170 años) “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países… Ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente… En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal… Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China…”

La segunda parte: “Proletarios y Comunistas”, aplican a la práctica los enunciados de la Primera Parte.

La Tercera Parte: “Literatura Socialista y Comunista”, se realiza la crítica a los diferentes corrientes socialistas y comunistas existentes en esa época (mediados del siglo XIX).

La Cuarta Parte: “Actitud de los comunistas respecto de los diferentes partidos de oposición”, finaliza proclamando: ”Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los Proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”

III.- EN CHILE, CATORCE AÑOS ANTES DEL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA

En 1834, catorce años antes de que se publicara la primera edición del Manifiesto de Marx y Engels, los obreros del mineral de Plata de Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó llevaron a cabo la primera huelga obrera en nuestro país.

Según el investigador Roberto Hernández: “El alzamiento de peones de 1834 se repitió más tarde, causando con ello una enorme intranquilidad en Copiapó mismo, en donde la población llamada La Placilla era como un amenaza constante”. (Hernández, Roberto: “Juan Godoy o el descubrimiento de Chañarcillo”. Valparaíso, 1932. Tomo I, p. 69).

Lo de Chañarcillo fue una acción espontánea, una elemental reacción a la superexplotación. El trabajo en ese mineral era inhumano.

Ocho años después de esa explosión proletaria, el escritor José Joaquín Vallejo, que usaba el seudónimo de Jotabeche, escribió en “El Mercurio” sobre las labores en Chañarcillo: ”A la vista de un hombre medio desnudo que aparece en su bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas de piedras (una arroba equivale 11,5 kilos, por tanto, estamos hablando de 92, 115 y 138 kilos), después de subir con tan enorme peso por aquella larga sucesión de galerías, de piques y de frontones; al oír el alarido penoso que lanza cuando llega a respirar el aire libre, imaginamos que el minero pertenece a una raza más maldita que la del hombre, nos parece un habitante que sale del otro mundo menos feliz que el nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja al hallarse entre nosotros es una reconvención amarga dirigida al cielo por haberlo excluido de la especie humana”.

“El espacio que media entre la bocamina y la cancha, en donde deposita el minero los metales, lo baña con el sudor copioso que brota por todos sus poros; cada uno de sus acompasados pasos y acompañado de un violento quejido; su cuerpo encorvado, su marcha difícil, su respiración apresurada, todo en fin, demuestra lo mucho que sufre”. (“El Mercurio”, 5 de febrero de 1842).

IV.- ORÍGENES Y DESARROLLO DEL PROLETARIADO CHILENO

A partir de los años 20 del siglo XIX, Chile experimentó importantes cambios en su economía. Luego de haber roto la dependencia al rey español, nuestro país pudo vender cobre y plata a Inglaterra. Con los recursos recibidos, se ampliaron los minerales, se mejoraron y se construyeron caminos, puentes, puertos; se empleó el ferrocarril. En todas esas faenas, que eran formas capitalistas de producción, laboró un trabajador de nuevo tipo. Así surgió la clase obrera chilena. Los primeros destacamentos de ella, aparecieron en la región de Atacama.

Desde su nacimiento hasta comienzos del siglo XX, el proletariado chileno alcanzaba la categoría que Marx llamó “una clase en sí”. O sea, existía objetivamente, pero carecía de conciencia de clase y de organizaciones propias en lo social y en lo político. Tenía, eso sí, una capacidad de lucha por reivindicaciones económico-sociales, como lo demostró Chañarcillo y otras numerosas huelgas llevadas a cabo en el siglo XIX.

Al publicarse en Londres el Manifiesto Comunista, Chile contaba con una población de algo más de un millón de habitantes, de los cuales 30 mil eran obreros, estando la mitad de ellos ocupados en la minería.

V.- LA INFLUENCIA DEL SOCIALISMO UTÓPICO EN CHILE

Hacia mediados del siglo XIX, algunos núcleos obreros habían alcanzado la madurez suficiente para acoger ideas del socialismo utópico. Este había surgido en Europa en la primera mitad de ese siglo.

Sus representantes fueron los primeros en criticar en forma apasionada y convincente las injusticias del régimen capitalista.
Su doctrina era socialista, porque aspiraba a crear una sociedad nueva. A instaurar, según decían ellos, “el reino de la razón y de la justicia eterna”. Era utópico, porque resultaba incapaz de mostrar el camino para alcanzar la sociedad que proponían. Ello, debido a que sus exponentes no comprendían que el motor del desarrollo de la sociedad es la lucha de clases.

Los teóricos más destacados del socialismo utópico son los franceses Henri Saint-Simon y Charles Fourier, junto con el inglés Robert Owen. En Chile el escritor y periodista Martín Palma publicó en febrero de 1858 “El Cristianismo Político o Reflexiones sobre el Hombre y las Sociedades”. Es la primera obra que en nuestro país planteó las ideas del socialismo utópico.

En 1864 Ramón Picarte Mujica concibió una organización llamada “Sociedad Trabajo para Todos”, con el fin de ayudar a la gente necesitada. Para ello recurrió a la clase adinerada. No recibió apoyo alguno. Mayor efecto tuvieron las ideas del socialismo utópico en el espíritu de innumerables obreros y artesanos semiproletarizados, que iniciaron la crítica social y pusieron la base a los primeros anhelos reivindicativos.

El 18 de septiembre de 1853, surgió en Chile la primera Sociedad de Socorros Mutuos, llamada también Mutual. Las mutuales, sin ser una organización de la clase obrera, tuvieron entre sus socios a importantes sectores obreros. Era un grupo de personas, que reunían un fondo social, a través del pago de cuotas, que se utilizaba para ayudar a los socios enfermos y a los familiares de los fallecidos. No eran entidades para llevar adelante la lucha de clase del
Proletariado. Por el contrario, representaban la tendencia de conciliación de clases. En su seno podían coexistir patrones y obreros, pero sobre todo la constituían artesanos.

VI.- EL MARXISMO LLEGA A NUESTRO PAÍS

Después de la Guerra del Salitre (1879 – 1883) la clase obrera chilena experimentó un notable desarrollo. Ello, entre otras razones, por la incorporación al proletariado nacional de los pampinos que laboraban la industria del salitre, que hasta ese conflicto estuvo en manos del Perú (Tarapacá) y Bolivia (Antofagasta). Hacia 1883 eran unos 4.500.

Se inició el período del conocimiento del marxismo en Chile, que se prolongó hasta el primer decenio del siglo XX. Surgieron núcleos de obreros que conocían el movimiento sindical europeo, sus luchas, las ideas que sustentan. Es por entonces frecuente, que se mencionara a Marx y se citaran párrafos del Manifiesto Comunista.

Veamos algunos ejemplos:

El periódico “El Pueblo”, de Valparaíso, en su edición del 31 de agosto de 1892 publicó un Manifiesto de la Sociedad Marítima de Socorros Mutuos, donde se sostenía:

”No olvidéis las palabras del gran socialista Karl Marx: la gente de trabajo de todas partes del mundo debe ser hermana. Ellas deben hacer causa común con los demás. Ellas tienen un mundo que ganar y sólo las cadenas que perder”.

Ese mismo periódico, trae el 12 de agosto de 1893 un artículo titulado “La Sociedad del Futuro”, en el cual se hacen acertadas referencias a Karl Marx.

En febrero de 1896 se fundó en Santiago el Centro Social Obrero, que en noviembre de ese año comenzó a editar su órgano oficial “El Grito del Pueblo”, que difunde los principios del socialismo científico. Con fecha 6 de diciembre proclama: “Somos socialistas. ¡Ya no somos un pueblo ignorante!

El 29 de diciembre aparece en sus páginas el artículo “El Socialismo en Chile”. Lo firma alguien con el seudónimo Karl Marx, que sostiene:
“Las ideas para esparcirse no respetan nada… Atraviesan soberbias cordilleras como los Andes, para sentar sus reales en el indolente Chile y convertir en hijos del pueblo, acostumbrados a besar la mano del verdugo que los azota, en hombres libres que luchan sin miedo por emanciparse del yugo burgués”.

Hacia 1896, uno de los dirigentes de la Agrupación Fraternal Obrera, llamado Luis Olea se declara marxista. En una carta publicada en “El Proletario”, de Santiago, el 20 de septiembre de 1897 afirma:

”Diviso en esos temas al gladiador temerario que desafiando las fieras humanas esgrime con la seguridad del éxito las armas de la razón templadas en el yunque de las teorías de Marx… Tiemble ya la burguesía por su porvenir, que el día fatal de la vindicación llegará al fin, y entre los escombros de todo un régimen se alzará triunfante el sol del socialismo”.

El 10 de octubre de 1897, “El Proletario” trae un artículo firmado por una mujer, Úrsula Bello, donde se señala:

”Nosotras, las que hemos cifrado nuestro porvenir y bienestar en la ruda labor de los hombres de trabajo, las que soportamos las injusticias y desigualdades del actual régimen social, nos adherimos entusiastas a la falange de los nuevos redentores de la humanidad: los socialistas”.

En esa misma edición, A. Araya escribe: “Adelante compañeros de sufrimientos en la grande idea del socialismo; unámonos como un solo hombre para rechazar esta sociedad explotadora. ¡Viva el Socialismo! ¡Viva la Revolución Social!.”

“El Proletario” en su número del 17 de octubre de 1897 proclama:
”La lucha de clases, desconocida hasta ayer en Chile, se empeñará desde hoy, frente a frente proletarios y burgueses, artistas y profanos, reformadores y reaccionarios, víctimas y verdugos”.
En octubre de 1897 se funda en Santiago la Unión Socialista, que plantea tener por objeto “implantar el Socialismo en Chile”. Como respuesta al ataque realizado a una asamblea de socios por una turba de matones enviados por la Intendencia de Santiago, se transformó el 8 de diciembre de 1897 en el Partido Socialista. Este tendrá una existencia de no más de dos años.

En Punta Arenas se fundó en 1897 la Unión Obrera. En su periódico “El Obrero” proclamó con fecha 2 de enero de 1898: “La lucha de clases se desarrolla donde quiera que existan burgueses y proletarios”.

En febrero de 1898 se creó en Santiago el Partido Obrero Francisco Bilbao, que el 26 de ese mes afirmó en su periódico “El Trabajo”:
“El obrero no debe esperar nada de tantos falsos apóstoles. Su emancipación social, política y económica debe ser obra del obrero mismo y esto lo conseguirá mediante la unión que hace la fuerza, formando el partido de los explotados”.

En 1907 escribió Luis Emilio Recabarren: “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, ha dicho Karl Marx hace 60 años en Alemania y esta frase inmortal es el faro que nos guía y vivirá unida con otra del mismo autor: ¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

VII.- SE INICIA EL PERÍODO DE LA APLICACIÓN DEL MARXISMO A CHILE

Hacia 1910 se inició el período de la aplicación del marxismo a la realidad chilena, con la aparición de obras marxistas en el propio país.

Luis Emilio Recabarren Serrano (1876 – 1924) es el primer autor marxista en nuestro país y uno de los tres primeros de América Latina, junto al cubano Julio Antonio Mella (1903 – 1929) y al peruano José Carlos Mariátegui (1894 – 1930).

Recabarren escribió en 1910 tres obras de carácter marxista:

“La huelga de Iquique en diciembre de 1907. La teoría de la Igualdad”;

“Pobres y ricos a través de un siglo de vida republicana” y

“Mi Juramento”.

Son éstas las primeras expresiones en el país de la doctrina elaborada por Marx y Engels. Por entonces el proletariado nacional vivía un momento muy importante de su historia. Las ideas del marxismo han sido acogidas por no pocos sectores obreros. La labor de educador de masas de Recabarren está dando sus frutos. Madura la conciencia de clase en importantes núcleos proletarios.

En 1900 habían surgido las Combinaciones Mancomunales Obreros, las primeras organizaciones de carácter sindical en el país, que desaparecieron con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, perpetrada el 21 de diciembre de 1907. Pero, gracias a la tenaz labor de Recabarren y otros revolucionarios, el movimiento sindical de clase se ha ido reconstruyendo.

1912 es un año de trascendencia muy grande en la Historia de Chile. Entonces ya se han creado las condiciones objetivas y subjetivas para el surgimiento del Partido revolucionario de los trabajadores chilenos.

Y en ello, la influencia del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels publicado en Londres el 24 de febrero de 1848, fue muy grande.

Bibliografía:

– Engels, Federico: “Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico” .

– Marx, Carlos y Engels, Federico: “Manifiesto del Partido Comunista”.

– Ramírez Necochea, Hernán: “Historia del Movimiento Obrero en Chile”.

– Ramírez Necochea, Hernán: “Origen y Formación del Partido Comunista de Chile”.

– Ljubetic Vargas, Iván: “Breve Historia del Partido Comunista de Chile”.

– Ljubetic Vargas, Iván: “Don Reca”.

– Ljubetic Vargas, Iván: “El Manifiesto cruza mares y cordilleras” en revista “Alternativa” Nº 7, ICAL, enero-febrero-marzo 1998, pp. 54 a 64.

INVITACIÓN

El Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, te invita al panel en homenaje al 170 Aniversario de la publicación de la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista, a realizarse el jueves 22 de marzo de 2018, a las 19,30 horas, en el salón Camilo Guzmán Sandoval del ICHIL (avenida Brasil 153).