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Distinción LER a Iván Ljubetic Vargas

Tenemos el agrado de comunicarles que nuestro querido compañero  Iván Ljubetic Vargas, recibirá este sábado 27 de octubre, la Medalla Luis Emilio Recabarren, por su destacada trayectoria como militante comunista y protagonista en la lucha por la democracia.

En sus más de setenta años de militancia ha contribuido a la educación partidaria a través de sus escritos, libros y charlas realizadas en todo Chile, siendo un fiel heredero de Recabarren, un luchador consecuente e incansable, al decir de Berthold Brecht, Un Imprescindible.

En el Bicentenario de Karl Marx

Carlota Espina
Iván Ljubetic V.

Sus primeros 25 años (1818- 1843)

Karl Marx nació en la ciudad alemana de Trier, (Tréveris, en español), el 5 de mayo de 1818. El padre era un abogado judío convertido al protestantismo. Su familia era acomodada y culta. Después de cursar los estudios secundarios en Tréveris, siguió Derecho en las Universidades de Bonn y de Berlín, dedicándose especialmente a la Historia y a la Filosofía.

En 1818, Marx se encontraba en la Universidad de Bonn, donde llevó una vida estudiantil particularmente agitada -escribió poemas, fue sancionado por .la autoridad académica y se batió en un duelo- tras la cual se trasladó a la Universidad de Berlín orientado por su padre. Éste le ordenó que estudiara derecho, cosa que hizo, aunque lo fue sustituyendo por la filosofía. En la capital de Prusia, Karl Marx cambió de hábitos, leyó vorazmente y alternó poco, mientras seguía escribiendo versos.

Al finalizar sus estudios universitarios en 1841, era un idealista hegeliano. En Berlín se incorporó al Círculo de los “hegelianos de izquierda”, que intentaban sacar de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias. Luego Marx se trasladó a Bonn en 1842 con la intención de ganar una cátedra, lo que no consiguió.

La Gaceta del Rin

Los burgueses radicales renanos (de la región del Rin), que tenían ciertos puntos de contactos con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la “Gaceta del Rin”, cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842. Uno de sus principales colaboradores fue Carlos Marx, que en octubre de 1842 fue nombrado redactor jefe del periódico, trasladándose de Bonn a Colonia. Bajo su dirección la tendencia democrática y revolucionaria de la “Gaceta del Rin” fue acentuándose.

El gobierno reaccionario ordenó el cierre del periódico. Entonces, Marx se dedicó a estudiar economía política.

Marx se casa con Jenny Von Westphalen

Jenny von Westphalen, había nacido baronesa el 12 de febrero de 1814 en Salzwedel, Reino de Prusia. Se crió en Tréveris y fue amiga de Marx desde la infancia. . Ella pertenecía a una reaccionaria familia de la nobleza prusiana.

Jenny participaba de las recepciones que brindaba su aristocrática familia y era conocida como “la reina de los bailes de Tréveris”.
Pero Jenny abandonó ese estilo de vida para elegir otro camino: el de la lucha de la clase obrera. Ya desde joven cuestionaba las ideas de su padre, simpatizando con la “fiesta de Hambach”, una manifestación de 1832 en la que estudiantes, intelectuales, campesinos y burgueses liberales proclamaron la unidad de Alemania. Con su hermano Edgar y su amigo Karl Marx pasaban largas horas hablando sobre la revolución.

Su hermano mayor era el barón Ferdinand von Westphalen, fue Ministro del Interior de Prusia, durante una de las épocas más reaccionarias, entre 1850 y 1858. y ordenó el arresto y deportación de su cuñado, iniciando Marx su largo exilio en Londres.
Jenny y Karl Marx se encontraban regularmente cuando niños. Ella era cuatro años mayor que él. Durante la adolescencia se convirtieron en amigos íntimos, ya que ambos eran cultos y apasionados por la literatura. En el verano de 1835 comenzaron su noviazgo. Según Marx, quien confesaba estar muy enamorado, ella era la joven más linda de Tréveris.

El Barón Ludwig von Westphalen, padre de Jenny, era también amigo de Heinrich, el padre de Marx. El joven Karl también se convirtió en amigo y admirador del barón; juntos solían realizar largas caminatas, durante las cuales hablaban de filosofía y de literatura inglesa.

Jenny y Karl se comprometieron en 1836, un año después él le dedicaría a ella un compendio de numerosos poemas de amor.
Por ejemplo en 1837, Marx escribió su poema “Amor nocturno”, describiendo la pasión desbordada que sentía por Jenny. Conozcamos un fragmento de éste:

“Frenético, él la abraza,
y mira oscuramente en sus ojos.
“Ardes dolorosamente, querida,
y en mi respiración suspiras”.
“¡Ah, has bebido de mi alma,
y en verdad mío es tu resplandor!
Mi joya, brillas por entero,
y resplandece tu sangre de juventud”.
“Tú, la más dulce, tan pálido tu rostro,
tan maravillosamente extrañas tus palabras,
ves al través de la gracia de la música
cómo se deslizan los universos más elevados”.

Finalmente se casaron el 21 de mayo 1843 en la iglesia de San Pablo en Kreuznach. Jenny fue la fiel compañera de Marx.

El periodo de París (Octubre de 1843-1845)

Poco tiempo después, en octubre de 1843, Karl y Jenny se trasladaron a París. y se hicieron amigos del poeta alemán Henrich Heine.

La idea de Marx era publicar en la capital francesa una revista de tipo revolucionario. Logró publicar un primer cuaderno de “Anales Franco-Alemanes”. Fue el único que vio la luz.

El importante rol de Jenny Westphalen

Jenny, escritora, fue una importante colaboradora y una significativa interlocutora intelectual de Marx. Era la primera en leer sus trabajos, escritos en una letra indescifrable, excepto para su esposa. Por eso, Jenny fue la encargada de “traducir” sus textos, pasarlos en limpio y enviarlos a la imprenta. Así, se convirtió en una de las primeras personas en comprender sus ideas. Dedicando su vida a luchar junto a la clase obrera y participando incluso en las discusiones con el filósofo Ludwig Feuerbach y los anarquistas Proudhon y Bakunin.

Con razón, Eleanor, su hija menor, dirá posteriormente: “se casó mi padre con su amiga y camarada.”

En 1844 dos hechos importantes: nació su hija Jenny y Marx conoció en septiembre a Friedrich Engels. A partir de ese momento fue su gran amigo y compañero. Ambos participaron en las actividades de los grupos revolucionarios de la capital francesa.

El periodo de Bruselas (1845 – 1848)

El duro exilio

La familia vivía de préstamos en Francia. Y la situación se agravó cuando Marx fue expulsado de París por revolucionario peligroso, en enero de 1845. Se establecieron en Bruselas, Bélgica. Jenny siempre se preocupó de pagar las deudas, empeñando lo poco que tenían; pedía préstamos o adelantos de herencias a sus familiares. Soportaba las adversidades, las penurias. Ella no sólo había elegido a Marx como su marido, sino también eligió libre y conscientemente, la lucha por la revolución proletaria.

El Manifiesto del Partido Comunista

En 1847, Marx y Engels se afiliaron a la Liga de los Comunistas, una sociedad secreta. Tomaron parte destacada en el II Congreso de esta organización, celebrado en Londres en noviembre de 1847. Fue en ese evento cuando se les encargó escribieran el programa de la Liga.
Marx, Engels y Jenny, que fue la primera mujer militante de la Liga de los Comunistas, se sumergieron en la tarea. Ella trascribía, redactaba, opinaba. El resultado fue el famoso “Manifiesto del Partido Comunista”, cuya primera edición apareció en Londres, en alemán, el 24 de febrero de 1848. Es considerado el acta de nacimiento de la doctrina marxista, que se inicia diciendo:

“La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clase. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros artesanos y jornaleros, en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que terminó siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”.

“Esta obra –escribió Lenin- expone con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y el papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista”.

En 1847 nació el hijo Edward, que moriría en Londres ocho años después.

El periodo de Colonia (1848 – 1849)

La nueva Gaceta del Rin

Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bruselas. Se trasladó nuevamente a París, desde donde, después de la revolución de marzo, pasó a Alemania, quedándose en Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849, apareció en esta ciudad la “Nueva Gaceta del Rin”, que tenía a Marx como director jefe. Los planteamientos de Marx fueron confirmados por los acontecimientos revolucionarios de 1848 y 1849.

El 16 de mayo de 1849 fue expulsado de Alemania por el hermano mayor de su esposa Yenny, el barón Ferdinand von Westphalen.
Marx, con su familia, vivió un breve período en París, de donde fue expulsado después de la manifestación del 13 de junio de 1849. En Alemania, Ferdinand Lassalle, abogado y político socialista alemán, realizó una colecta en beneficio de Marx. Con lo reunido, éste pudo cancelar los pasajes para Inglaterra. Entonces, se dirigió con su familia a Londres, donde pasó el resto de su vida.

El periodo de Londes (1849 – 1883)

Las condiciones de vida de la familia de Carlos Marx en el exilio fueron muy penosas. A no ser por la constante ayuda económica de Friedrich Engels, la familia habría sucumbido bajo el peso de la miseria. Tres de sus hijos murieron en la infancia, en Londres, cuando atravesaban extraordinarias dificultades económicas. Sólo sobrevivieron a esos tiempos difíciles sus hijas Jenny, Laura y Leonor.

Evocaciones de Wilhelm Liebknecht

Wilhelm Liebknecht, político socialista alemán, uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Alemania, padre de Karl y Theodor Liebknecht, escribió varias obras sobre Marx. Una de ellas fue “Por los campos y los eriales”. En ella relata lo siguiente:
“Marx perdió varios hijos, entre ellos dos varones; el uno, nacido en Londres, murió casi en seguida; el otro, nacido en París, falleció después de una larga enfermedad crónica: la muerte de este último fue un terrible golpe para Marx. Recuerdo aún las tristes semanas de aquella enfermedad, sin esperanza de curación. El chiquillo se llamaba Edgard, en recuerdo de su tío, pero era más conocido por nosotros con el sobrenombre de “Mosco”; manifestaba gran inteligencia, pero desgraciadamente era muy enfermizo: el pobre pequeñito tenía dos ojos espléndidos y una cabeza que prometía mucho, pero que parecía demasiado pesada para su cuerpo raquítico. Si el pobre “mosquito” hubiera podido recibir cuidados constantes, a la orilla del mar o en el campo, tal vez se habría salvado; pero la vida errante, los viajes continuos y forzados, la existencia miserable que sobrellevó en Londres, no eran nada apropiados para preservar y proteger aquella frágil naturaleza en la lucha por la vida; el tierno amor de sus padres y los cuidados infinitos de su madre, fueron impotentes. “Mosco” murió. Nunca olvidaré esta escena… La madre abismada en un dolor mudo, inclinada sobre el cadáver de su hijo; Lenchen, de pie, muy cerca, sacudida por los sollozos; Marx víctima de una terrible excitación, rehusando duramente, casi con hostilidad, todo consuelo; las dos chiquillas, llorando dulcemente y estrechándose contra su madre. La madre, hundida en el dolor, anudaba convulsivamente sus brazos alrededor de las dos criaturas, como si hubiera querido fundirlas con ella y protegerlas contra la muerte que acababa de arrebatarle a su hijo”. (Edgard había nacido en 1847 y falleció en 1855).

Jenny relata un día en el exilio

Jenny Westphaler en carta dirigida a un amigo; Joseph Weydemeyer y fechada en Londres el 20 de mayo de 1850, le relata un terrible día de 1849:

“Le describiré un día de esta vida, exactamente –tal como era, y comprenderá usted que pocos emigrantes quizá han pasado por algo semejante. Como las nodrizas son aquí demasiado caras decidí alimentar yo misma a mi hijo, a pesar de que sufría de terribles dolores en el pecho y en la espalda. Pero el pobre angelito bebía tanta preocupación y acallada ansiedad, que se alimentaba mal y sufría terriblemente de día y de noche. Desde que vino al mundo no ha dormido una sola noche completa, dos o tres horas cuando más y eso raramente. Ha sufrido recientemente también de violentas convulsiones y no ha dejado de estar entre la vida y la muerte. En medio de su dolor, mamaba tan desesperadamente que mi pecho se irritó, la piel se agrietó y muchas veces la sangre llenaba su boquita temblorosa. Estaba sentada con él un día, en estas condiciones, cuando entró nuestra casera. Le habíamos pagado 250 táleros en el invierno y habíamos acordado que en el futuro no le entregaríamos el dinero a ella sino a su casateniente, que tenía un auto judicial contra ella. Negó el acuerdo y exigió cinco libras que todavía le debíamos. Como no teníamos el dinero en ese momento vinieron dos alguaciles y me embargaron los pocos objetos que poseía —ropa, camas—, todo, hasta la cuna de mi pobre hijito y los mejores juguetes de mis hijas, que se pusieron a llorar amargamente.

Amenazaron con llevarse todo en el término de dos horas. Habría tenido que dormir sobre el piso, con mis hijas heladas y mi pecho enfermo. Nuestro amigo Schramm se apresuró a ir al centro de la ciudad, en busca de ayuda. Subió a un coche, pero los caballos tropezaron y salió despedido del coche y lo trajeron sangrando a la casa, donde yo me encontraba en sollozos con mis pobres hijos que temblaban de frío.

Tuvimos que abandonar la casa al día siguiente. Hacía frío, llovía y estaba oscuro. Mi marido, nos buscaba acomodo. Cuando mencionaba a los cuatro niños nadie nos aceptaba. Por fin un amigo nos ayudó, pagamos la renta y rápidamente vendí todas las camas para pagar al farmacéutico, al panadero, al carnicero y al lechero que, alarmados ante el embargo, de repente me asediaron con sus cuentas. Las camas que habíamos vendido fueron sacadas y colocadas en una carretilla. ¿Qué sucedía? Ya se había puesto el sol. Estábamos contraviniendo las leyes inglesas. El dueño de la casa nos alcanzó con dos guardias, sosteniendo que podía haber algunas de sus pertenencias entre nuestras cosas y que queríamos marchamos al extranjero. En menos de cinco minutos había dos o trescientas personas reunidas, frente a nuestra puerta: toda la gente de Chelsea. Las camas fueron traídas de nuevo, no pudieron ser entregadas al comprador sino después de salir el sol, al día siguiente. Cuando vendimos todas nuestras pertenencias me fui con mis pequeños a las dos pequeñas habitaciones que ahora ocupamos en el Germán Hotel, Leicester St., Leicester Square 1. Allí, por 5 libras a la semana se nos dio una acogida humana”.

Como Marx amaba a su fiel compañera

Marx amó profundamente a Jenny. En una carta que le escribió el 21 de junio de 1856 le decía:

“Querida mía: De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, puedes contestarme… Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso…

“La separación temporal es útil y que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima las diferencias entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras que las menudencias de la vida diaria, al tropezar con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

“Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

“Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos. Tu Carlos”.

“El Capital”: Su método de estudio

Unánimemente considerada como la obra esencial de Karl Marx, El Capital es un magno tratado en tres volúmenes. El primero se publicó en Hamburgo en 1867; el segundo y el tercero fueron publicados por Engels después de la muerte del autor, respectivamente en 1885 y en 1894.

Karl Marx se sobrepuso a las persecuciones y a la agobiante situación económica y escribió numerosas obras, entre ellas El Capital. Pero también actuó en la práctica como un revolucionario.
La forma en que Marx enfrentó el trabajo de “El Capital” nos sirve para conocer su método de estudio, de investigación científica.
Antes de publicar el primer tomo de esta obra monumental, la más importante de todas las que escribió, laboró una serie de grandes trabajos preliminares a modo de monografías. Éstas no estaban destinadas a ser publicadas, sino que le servían al propio Marx para dominar las cuestiones a tratar. Estas monografías llenaban siete cuadernos.

Esta gigantesca labor previa de investigación científica la inició el año 1843 y sólo en 1853 se lanzó a la tarea de redactar “El Capital”.

Marx consideró posible publicar el trabajo “Contribución a la crítica de la Economía Política”, que constituye los dos primeros capítulos del primer tomo, sólo después de 15 años de estudio y elaboración crítica de la literatura económica.

Y 24 años después de haber iniciado sus investigaciones científicas publicó “EL Capital”.

Debemos tener en consideración la difícil existencia material de la familia de Marx, lo que le exigía ganarse el sustento; además tenía la enorme tarea de ser el jefe y organizador del partido revolucionario, junto a ello, la constante y tenaz lucha contra las corrientes pequeñoburguesas hostiles al partido. Todo esto le ocupaba mucho tiempo y energías, por lo que parece imposible que la enorme labor preparatoria de “El Capital” haya sido hecha por una sola persona. Pero, sin embargo, Marx la hizo. Y para entender lo gigantesco de esta labor, digamos que datos incompletos indican que estudió y resumió más 1.500 libros para su obra “EL Capital”.

Marx se pasaba trabajando diez horas diarias en la biblioteca delo Museo Británico.

Jenny fue una importante colaboradora en la transcripción de los originales de El Capital, que la sabía una obra que marcaría la historia, desenmascarando a la burguesía y mostrando a los trabajadores la existencia finita de un sistema de explotación que los oprime a diario. Por eso ayudó a promocionarlo, escribiendo cartas a diferentes redactores de periódicos alemanes. También se encargó de la correspondencia de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Primera Internacional.

Paul Lafargue: Cómo estudiaba Marx

Paul Lafargue, periodista, médico, miembro de la Primera Internacional, revolucionario franco-español de origen cubano, se casó con Laura una de las hijas de Karl Marx. Escribió un libro titulado “Recuerdos sobre Marx”, en donde relata sobre la forma en que trabajaba Karl Marx. Señala;

“A pesar de que se acostaba muy tarde, Marx se levantaba siempre entre las ocho y las nueve de la mañana, tomaba un poco de café negro, leía los periódicos y se dirigía a su estudio, donde trabajaba hasta las dos o tres de la madrugada. Sólo interrumpía su trabajo para comer y, cuando lo permitía el tiempo, para dar un paseo por Hampstead Heath al atardecer. Durante el día dormía algunas veces una o dos horas en el sofá.

En su juventud trabajaba con frecuencia toda la noche. Marx sentía pasión por el trabajo. Se absorbía tanto en él que muchas veces se olvidaba de comer. Frecuentemente había que llamarlo varias veces para que fuera al comedor y apenas había terminado con el último bocado cuando regresaba a su estudio. Comía muy poco y hasta sufría de falta de apetito. Trataba de vencerlo con alimentos muy condimentados: jamón, pescado ahumado, caviar, pepinillos. Su estómago tenía que resentir la enorme actividad de su cerebro. Sacrificaba todo su cuerpo al cerebro”.

Su hija Eleonor recuerda la actividad de Marx en el movimiento obrero

En la biografía escrita por su hija Eleonor Marx titulada “Mi Padre” escribe:

“El movimiento obrero llegaba a tener tal importancia que Marx pensó en realizar el proyecto que tanto le interesaba: organizar una Internacional Obrera a base de los países más adelantados de Europa y América. En abril de 1864, los trabajadores de distintos países se reunieron para manifestar sus simpatías por Polonia. En aquel acto se acordó fundar la Internacional, llevándose a efecto en Saint Martin’s Hall (Londres) el 28 de septiembre de 1864, bajo la presidencia del profesor Beesly.

Se eligió un Comité o Consejo provisional y Marx redactó un llamamiento inaugural y unos Estatutos que no eran aún definitivos. En tal llamamiento pinta Marx la miseria de la clase obrera, miseria que se manifiesta incluso en épocas de prosperidad comercial, y pide la unión de esfuerzos a los obreros de todos los países. Como diez años antes en el ‘Manifiesto Comunista’, el llamamiento contenía esta frase de Marx: ‘¡Proletarios de todos los países, uníos!’.

Puntualizar la actividad de Marx en la Internacional, equivaldría a escribir la historia de ésta. Fue mi padre Secretario de las secciones proletarias de Alemania y Rusia en la Internacional y animador de los Congresos sucesivos. Los manifiestos, con excepción de uno o dos, desde el llamamiento inaugural a ‘La Guerra Civil en Francia’, fueron redactados por Marx.”

Marx y los niños

Recuerdos de su hija Eleanor Marx:

“Era en su relación con los niños donde Marx era quizás más encantador. No ha habido compañero de juegos más agradable para los niños. El recuerdo más antiguo que tengo de él data de mis tres años de edad, y “Mohr” (Moro es español) un viejo apodo familiar, me llevaba cargada sobre sus hombros alrededor de nuestro pequeño jardín en Grafton Terrace poniéndome flores en mis cabellos castaños. Mohr era, en opinión de todos nosotros, un espléndido caballo. Antes —yo no recuerdo aquellos días pero me lo han contado— mis hermanas y mi hermanito —cuya muerte poco después de mi nacimiento fue una pena de toda la vida para mis padres— “arreaban” a Mohr, atado a unas sillas sobre las que se “montaban” y que él tenía que arrastrar… Personalmente —quizás porque no tenía hermanas de mi edad— prefería a Mohr como caballo de montar. Sentada sobre sus hombros, agarrada a su gran crin de pelo, negro por aquella época, apenas con un poco de gris, me dio magníficos paseos por nuestro pequeño jardín y por los terrenos —ahora construidos— que rodeaban nuestra casa de Grafton Terrace”.

Marx y sus hijas

Recuerdos de Paul Lafargue:

“Marx se pasaba horas jugando con sus hijas. Éstas recuerdan todavía las batallas marítimas en una gran tina de agua y el incendio de las flotas de barcos de papel que les hacía y a los que prendían fuego después para su gran entusiasmo.

Los domingos sus hijas no lo dejaban trabajar; les pertenecía por todo el día. Si el tiempo era bueno, toda la familia iba a dar un paseo por el campo. En el camino, se detenían en alguna posada modesta a comprar pan, queso y cerveza de gengibre. Cuando sus hijas eran pequeñas les hacía sentir más corto el camino durante un largo paseo contándoles interminables historias fantásticas que inventaba en medio de la marcha, desarrollando y haciendo más tensas las complicaciones de acuerdo con la distancia que tenían que recorrer, de modo que las pequeñas se olvidaran del cansancio al escucharlo. Tenía una imaginación incomparablemente fértil”.

Recuerdos del obrero Friedrich Lessner

“La casa de Marx estuvo abierta para todos los compañeros; nunca olvidaré las horas agradables que he pasado yo y otros en compañía de su familia. ¡Cómo brillaba allí la incomparable señora Marx! Alta, de apariencia distinguida, de una rara belleza, pero tan extraordinariamente buena, amable y espiritual y tan desprovista de todo orgullo, de toda displicencia, que uno se sentía en casa de ella como al lado de una madre o de una hermana. Toda ella hacía evocar los versos del poeta popular escocés, Robert Burns: “Mujer, encantadora mujer, el cielo te ha destinado para suavizar al hombre”. Plena de entusiasmo por el movimiento obrero, se sentía transportada de alegría ante cada victoria obtenida en la lucha contra la burguesía.

Las hijas de Marx estaban acostumbradas, desde niñas, a sentir un profundo interés por el movimiento obrero. Y se explica, pues éste era el principal tema de conversación en casa de Marx, y las relaciones entre él y sus hijas eran lo más tiernas y libres que se puede imaginar. Sus hijas lo trataban como se trata a un hermano o a un amigo, pues Marx desdeñaba todos esos atributos exteriores de la autoridad paterna. Era el camarada de sus hijos cuando tenía tiempo de jugar con ellos, y en los asuntos serios era su consejero. Decía que lo que más le gustaba del Cristo de la Biblia era su amor por los niños. Cuando no tenía nada que hacer en la calle y se iba de paseo por Hampstead Heath, podía verse con frecuencia al autor de El Capital jugar a la ronda con una banda de pilluelos.

Marx apreciaba siempre todo esfuerzo sincero y toda posición independiente; como todos los hombres verdaderamente superiores, estaba desprovisto de vanidad. Ya he dicho que tenía inmenso interés por la opinión de los más simples obreros y que venía con frecuencia a mi casa por las tardes y me llevaba a pasear y a discutir toda clase de cuestiones. Naturalmente, yo lo dejaba hablar tanto como era posible, pues se experimentaba un gran placer escuchándolo y viendo cómo desenvolvía sus ideas, y su conversación me apasionaba de tal modo que lo dejaba con pena. Era un compañero tan agradable que atraía y encantaba, podría decir, a todo el que se le aproximaba. Tenía una risa cordial y una ironía que respiraba franqueza. Cuando se tenían noticias del éxito de nuestros camaradas en un país cualquiera, manifestaba su alegría en la forma más bullanguera, arrastrando con él a todos los que lo rodeaban. ¡Y se alegraba tanto del más insignificante éxito electoral de nuestros camaradas de Alemania, de toda huelga ganada, como se hubiera alegrado hoy de las manifestaciones monstruosas de mayo último! En cuanto a los ataques de sus adversarios, no hacía sino reír y había que ver con qué ironía, con qué sarcasmo hablaba de ellos”.

Las respuestas de Marx

En un manuscrito de Laura, una de las hijas de Marx, en inglés, de puño y letra suyos encontramos las respuestas que Karl Marx había dado a un cuestionario preparado por sus jóvenes hijas en una especie de juego cultural, y que son las que aquí se reproducen:

Virtud favorita: La sencillez.
Virtud favorita en el hombre: La fortaleza.
Su rasgo principal: La unidad de propósito.
Idea de la felicidad: Luchar.
Idea de la desgracia: La sumisión.
El vicio que más excusa: La credulidad.
El vicio que más detesta: El servilismo.
Ocupación favorita: Ratón de biblioteca.
Poeta favorito: Shakespeare, Esquilo, Goethe.
Prosista favorito: Diderot.
Héroe favorito: Espartaco, Kepler.
Flor favorita: Dafne.
Color favorito: Rojo.
Nombre favorito: Laura, Jenny.
Plato favorito: Pescado.
Máxima favorita: Nada de lo humano me es ajeno.
Lema favorito: Hay que dudar de todo.

Muere Jenny y poco después Marx

El 2 de diciembre de 1881 murió en Londres, víctima de un cáncer hepático su heroica y abnegada esposa, Jenny von Westphalen. Fue un golpe terrible para Marx. Éste, que desde su juventud fue aficionado a escribir poesías, al fallecer su compañera le dedicó “Soneto Final a Jenny”:

Una cosa, pequeña, debo aún decirte:
gozoso acabo esta canción de adiós
las últimas ondas de plata van a buscar
el aliento de Jenny para encontrar su alma.

Saltando alegres por rocas y torres,
corriendo a través de torrentes y lluvias,
mientras las horas con el pulso vital
buscan consagrar en ti su plenitud.

Envuelto en el amplio manto de mi ardor
elevado y brillante el corazón de orgullo,
triunfalmente libre de fuerzas y presiones.

Recorro con firmeza el espacioso terreno,
el dolor se deshace ante tu cara luminosa
y del árbol de la vida brotan los sueños.

A poco más de un año de morir su compañera, el 14 de marzo de 1883, Marx, el principal creador de la doctrina marxista, se dormía para siempre. Estaba por cumplir los 65 años de edad.

Lo despide su amigo y camarada Friedrich Engels

Los funerales de Karl Marx se efectuaron en el Cementerio de Highgate, Londres, el 17 de marzo de 1883. Ante su tumba, su amigo y camarada, Friedrich Engels, pronunció un histórico discurso, en donde dijo:

“El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas lo dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, lo encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre.

Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa u de América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Muy pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana; el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se venían haciendo.

Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas…”

“Marx era ante todo un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”.

“Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde las minas de Siberia hasta California.
Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra”.

Así finalizó sus palabras, Friedrich Engels, su amigo y compañero, el 17 de marzo de 1883, en el Cementerio Highgate, en Londres.

Principales Obras de Karl Marx

• — 1845 Tesis sobre Feuerbach.
• — 1847 Trabajo asalariado y capital.
• — 1847 La miseria de la filosofía.
• — 1848 Discurso sobre el libre cambio.
• — 1849 Trabajo asalariado y capital.
• — 1850 Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.
• — 1851-1852 El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.
• — 1859 Contribución a la Crítica de la Economía Política.
• — 1864 Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
• — 1865 Salario, precio y ganancia.
• — 1867 El Capital.
• — 1871 La guerra civil en Francia.
• — 1874 Acotaciones al libro de Bakunin El Estado y la Anarquía.
• — 1875 Crítica al Programa de Gotha.

Obras escritas en colaboración con Engels

• — 1845 La ideología alemana.
• — 1845 La sagrada familia.
• — 1848 Manifiesto del Partido Comunista.
• — 1850 Circular del Comité Central a la Liga Comunista.
• — 1872 Las pretendidas escisiones de la Internacional.

Karl Marx: En su 200 natilicio

Se han cumplido 200 años del nacimiento de Karl Marx y 135 años de su desaparecimiento físico. Pero sigue viviendo a través de sus obras que, en sus puntos relevantes, mantienen palpitante actualidad.

También permanece su ejemplo de revolucionario, su heroica existencia, su humanismo, su genialidad indiscutible.
Junto a él trabajaron Jenny, su fiel compañera, y Friedrich Engels, su leal amigo y camarada.

El Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, ha querido honrar al revolucionario que siempre fue consecuente con su máxima “Nada de lo humano me es ajeno”.

Engels y Marx
Jenny

El Día Internacional de los Trabajadores

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

¡El Primero de Mayo! Fecha que no es
para nosotros un día de fiesta, sino un
día de protesta, un día de conjugación
para reiterar nuestros propósitos de
marchar a la conquista de la redención
del trabajo…”

(Luis Emilio Recabarren: periódico “El
Trabajo, Tocopilla, 9 de abril de 1905).

A fines del siglo XIX, Estados Unidos vivía el amanecer de la revolución industrial. Los trabajadores eran ferozmente explotados. Debían laborar jornadas de 14 y 16 horas diarias. Vivían en forma miserable.

Acortar la jornada una vieja aspiración

Desde 1827 hubo movilizaciones por reducir la jornada de trabajo. En ese año estalló una huelga de los carpinteros, vidrieros y albañiles en Filadelfia. Posteriormente, quince sindicatos de esa ciudad constituyeron la “Mechanics Asociations” y se editaron los primeros periódicos obreros.

Este ejemplo fue seguido en otros estados de EE UU. En 1845 se efectuó en Nueva York el Primer Congreso Industrial, donde se planteó la reducción de la jornada a 10 horas.

En 1868, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Ingersol, que establecía la jornada de 8 horas. Pero esta ley no fue cumplida por los capitalistas.

En 1873 el país fue azotado por una grave crisis económica. Quebraron industrias y aumentó la cesantía. Surgieron ollas comunes para los desocupados.

Se enfrentan las clases

El Congreso de Sindicatos, reunido en Chicago en 1898, exigió el cumplimiento de la ley de las 8 horas. Acordó como punto de partida de sus acciones el 1º de mayo de 1886. Comunicaron a los patrones que harían cumplir su resolución y que no transarían.

Reaccionaron los patrones. El “Chicago Times”, periódico de los capitalistas, escribió textualmente: “La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Hay que esperar que su uso se generalice”.

En las bases proletarias se creaban condiciones para cumplir el acuerdo del paro nacional fijado para el 1º de Mayo de 1886.
Pero, la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, la principal organización de los obreros del país envió una circular a todas las organizaciones pertenecientes a ella, donde manifestaba: “Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1º de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto”.

Este comunicado fue rechazado de plano por los proletarios de Estados Unidos y de Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.

El histórico movimiento de 1886

Fue así como el 1º de Mayo de 1886, hace 125 años, se iniciaron en Estados Unidos cinco mil huelgas. En ellas participaron más de 340 mil trabajadores.

¿Qué exigían los huelguistas? Los tres ocho: ocho horas de trabajo, ocho horas de reposo y ocho horas de educación. Sí, leyeron bien: ocho horas de educación. Y ello ocurría, hace más de un siglo atrás.

La masacre del 3 de mayo

En Chicago, importante centro industrial, la inmensa mayoría de los obreros adhirieron al paro.

Una industria de maquinarias agrícolas, la Cyrus Mac Cormick, despidió a todos sus operarios y contrató rompehuelgas.
El 3 de mayo de 1886, miles de trabajadores se instalaron ante las puertas de esa industria, con el fin de repudiar a los esquiroles. Estaban tranquilamente allí, cuando irrumpió la policía disparando a quemarropa. Seis obreros cayeron asesinados. Otros cincuenta quedaron heridos.

Los sucesos en la Plaza Haymarket

El 4 de mayo se convocó a un mitin de protesta contra la masacre del día anterior, en la Plaza Haymarket de Chicago. Se estaba reuniendo una impresionante cantidad de trabajadores, cuando la policía procedió a dispersarlos violentamente. Estalló una bomba en medio de los agentes, muriendo ocho de ellos. La fuerza represiva abrió fuego: cayeron 50 obreros.

Se decretó el Estado de Sitio. Fueron detenidos 31 dirigentes y periodistas proletarios. Se les responsabilizó del lanzamiento de la bomba.

Se inicia un monstruoso juicio

El 21 de junio de 1886 comenzó un proceso contra 31 trabajadores, cuyo número se redujo a ocho: August Spies (alemán, de 31 años de edad y profesión periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Louis Linng (alemán, 27 años, carpintero), Samuel Fielden (inglés, 34 años, pastor metodista y obrero textil), Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor), Michael Schwab (alemán, 30 años, tipógrafo) y Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).

En el desarrollo del juicio los acusados se transformaron en acusadores del injusto y cruel régimen capitalista.

Por ejemplo, August Spies dijo: “Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia… Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia”.

Una mexicana llamada Lucy Parsons

Dos mujeres fueron protagonistas conmovedoras de la campaña por salvar la vida de los sentenciados.

Una de ellas fue Lucy Parsons. Su nombre de soltera era Lucía Eldine González. Había nacido en Texas en 1853, pocos años antes que Estados Unidos arrebatara ese y otros estados a México. Conoció al obrero Albert Parsons. Se casaron en 1871. Tuvieron dos hijos. Se fueron a vivir a Chicago en 1873. Allí ella abrió una pequeña tienda de ropa y él laboraba en un taller de impresión.

Lucy Parsons estudió. Compartía los ideales libertarios de su esposo. Se transformó en una luchadora social. Ayudó a formar la Unión de Mujeres de Chicago. Escribía artículos en los periódicos obreros. Participó en las acciones del 1º de mayo de 1886.

Cuando su compañero fue detenido, recorrió todos los sindicatos obreros de la ciudad impulsando a los trabajadores a salir a la calle a presionar a las autoridades, a gritar su protesta. Consiguió que la siguieran hasta las puertas de la cárcel a exigir la libertad de los líderes obreros.

Después del crimen de Chicago, continuó luchando por la causa proletaria hasta su muerte.

En medio de la lucha de clases, el amor

Durante el juicio, en medio de tantas falsas acusaciones y de la intrépida defensa de los dirigentes, floreció también el amor.
Una adinerada y hermosa joven de la alta sociedad, llamada Nina van Zandt, concurrió a las sesiones, que eran públicas, movida por la curiosidad de ver a aquellos terroristas acusados de tantos crímenes. Los escuchó sorprendida, primero; admirada, después.

abía tanta verdad en sus argumentos, tanta pasión, tanta elocuencia, tanta honestidad e inteligencia, que se sintió atraída por esos dirigentes obreros. Especialmente la cautivó uno: August Spies. Lograron conversar. Se enamoraron. Y decidieron casarse en la cárcel, al pie del patíbulo. El matrimonio se efectuó en el interior de la cárcel con dos familiares y cuatro gendarmes por testigos. Nina fue a suplicar de rodillas clemencia al gobernador para su amado. Intentó hablar con el Presidente de la República. Todo fue inútil. Spies fue ejecutado junto a sus compañeros.

A partir de entonces la bella Nina se convirtió en una revolucionaria. Su pasión por la libertad, su odio a los explotadores, su adhesión a los trabajadores no la abandonó hasta el fin de sus días.

Condena y solidaridad internacional

El fiscal de la causa no logró presentar pruebas concretas que vincularan a los acusados con el lanzamiento de la bomba. Ello no fue impedimento para que, con fecha 30 de agosto de 1886, el Tribunal de Chicago condenara a los ocho a morir en la horca.

Al conocerse la noticia, los sectores progresistas de la tierra levantaron una ola de indignación. Desde muchos lugares del mundo se demandó el respeto del derecho a la vida de los 8 dirigentes.
Y la solidaridad internacional, cuya importancia los chilenos comprobamos en los oscuros días de la dictadura, salvó la vida a tres dirigentes. A Michael Schwab y Samuel Fielden, se les conmutó la pena de muerte por cadena perpetua; a Oscar Neebe, por 15 años de cárcel.

En el patíbulo

Se fijó como día para cumplir la condena de los otros cinco, el 11 de noviembre de 1887. Pero en la víspera, en la noche del 10 de noviembre, Louis Ling, el más joven de los dirigentes, se suicidó haciendo estallar un cartucho de dinamita en la boca.
El 11 de noviembre de 1887 llevaron al patíbulo a: Augusto Spies, George Engel, Alberto Parson y Adolfo Fischer. Los cuatro enfrentaron la muerte valiente y serenamente. Sabían que eran inocentes y que se les ahorcaba como una forma de atemorizar a los obreros estadounidenses. Cada uno pronunció unas palabras antes de ser colgado. Por ejemplo, Augusto Spies proclamó: “Salud tiempo, en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces hoy sofocadas por la muerte”.

El testimonio de José Martí

El patriota y poeta cubano José Martí fue testigo presencial de lo acontecido ese 11 de noviembre de 1886 en Chicago. En un reportaje enviado al periódico “La Nación”, de Buenos Aires, escribió:

“… salen de sus celdas. Se dan las manos, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha… Les bajan las capuchas, luego una señal, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”

Más adelante añade José Martí: “En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores, acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca, y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven, su selvoso cabello castaño”.

El Día Internacional de los Trabajadores

En julio de 1889 tuvo lugar en París un Congreso de la II Internacional. En éste se resolvió conmemorar cada 1º de Mayo el Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los Mártires de Chicago.

El 1º de Mayo de 1890 se organizaron en varios países de Europa y América manifestaciones de masas, huelgas y mitines obreros reivindicando la jornada de 8 horas y el cumplimiento de otros acuerdos del Congreso.

A partir de entonces los trabajadores de todos los países conmemoran anualmente el 1º de Mayo como jornada combativa de las fuerzas revolucionarias y de solidaridad internacional del proletariado.

La tardía y cínica reivindicación

En 1893, el fiscal que había llevado la causa contra los 8 dirigentes, confesó, en su lecho de muerte, que fueron falsos todos los cargos contra ellos. Entonces la “justicia” burguesa sin sentir vergüenza alguna, decretó la libertad de los tres detenidos y “reivindicó públicamente” a los otros cinco.

El crimen de Chicago no sólo costó la vida de esos cinco. Fueron asesinados y heridos cientos de trabajadores. También otros miles perdieron sus puestos de trabajo, sufrieron arresto, encarcelamiento, torturas. La mayoría eran inmigrantes: alemanes, italianos, españoles, rusos irlandeses, judíos, polacos…
Ninguno de ellos fue reivindicado.

El 1° de Mayo en Chile

En Chile se conmemoró por primera vez el Día Internacional de los Trabajadores en 1892, con un acto realizado en la Plaza de la Justicia de Valparaíso, organizado por el Partido Demócrata. En esa ocasión, el dirigente de ese partido, Agustín J. Leiva hizo un breve alcance sobre el significado de esta fecha e invitó a la clase obrera a unirse a fin de que “el rico ceda lo que por derecho y razón nos pertenece”.

El más antiguo manifiesto del 1° de mayo

Al año siguiente, con fecha 29 de abril de 1893, el periódico “El Obrero”, de La Serena, publicó el más antiguo Manifiesto del 1º de Mayo conocido en Chile. Su autor, Luis Peña y Lara. Allí se decía:

“Trabajadores y obreros demócratas de Chile: Hoy es el día en que el pueblo hambriento y desnudo formula enérgica protesta contra el orden de cosas existente, contra la organización actual de la sociedad.

Ese grito de protesta lanzado por el oprimido que trabaja y nada tiene, es universal: no reconoce ni fronteras ni razas ni nacionalidades, y donde quiera haya explotados y explotadores, víctimas y verdugos, se presiente la formidable lucha de la igualdad económica contra la tiranía política; de la libertad social contra las usurpadas regalías de la nobleza; del egoísmo de las clases privilegiadas contra la fraternidad y contra la soberanía augusta del pueblo entero…

Para realizar este gran pensamiento de la unificación de la familia proletaria bajo un estandarte de mutua solidaridad, los obreros proletarios han consagrado como día de protesta universal, la fecha clásica del 1º de Mayo…”

Recabarren y el 1° de Mayo

Con fecha 9 de abril de 1905, Recabarren escribió en “El Trabajo”, de Tocopilla: “¡El Primero de Mayo! Fecha que no es para nosotros un día de fiesta, sino un día de protesta, un día de conjugación para reiterar nuestros propósitos de marchar a la conquista de la redención del trabajo…”

En Chile, durante 40 años, hasta 1931, el 1 de mayo no era feriado. Los obreros que participaban en los actos del Día Internacional de los Trabajadores debían paralizar sus labores.

Por eso, Recabarren –que fue un permanente impulsor de los actos del 1º de Mayo- escribió en “El Pueblo Obrero”, de Iquique, con fecha 4 de abril de 1907: “… Todos los elementos que ya comprenden la gran significación del 1º de Mayo, deben, con tiempo, inducir a los trabajadores a no trabajar en ese día. Es el domingo obrero. Las fábricas deben paralizarse, las maquinarias deben estar muertas, silenciosas; los campos desiertos; en los talleres no debe moverse una herramienta; en la calle no debe haber tráfico de vehículos, los tranvías, los carretones, los carruajes, los ferrocarriles, todo debe descansar ese día.

Es un solo día en el año. Un solo día, el que queremos sea nuestro, propio, exclusivo de los obreros del mundo”.

En los tiempos de Recabarren

Relata el líder del magisterio César Godoy Urrutia: “En Santiago, los actos del 1º de Mayo siempre se realizaban en la Alameda de las Delicias, levantado muchas tribunas –porque no había amplificadores- ocupando muchas cuadras cerradas de gente. En primer lugar tenían un sentido de protesta y este día no se movía una rueda en la ciudad, no salían ni los autos particulares, era un paro absoluto. Entonces todos los trabajadores participaban en los mítines. Generalmente se hacían de mañana. Llegaban columnas, grupos con sus estandartes, sus leyendas. En las tribunas, que se levantaban hablaban allí un comunista, por otra parte un anarquista, era posible que lo hiciera también algún católico y la mayor parte de las veces terminaban en sablazos de la policía que era bastante brava. Más de una vez hubo muertos y heridos, que fueron recogidos de las calles”.

El Programa de 1910

En ese año los diarios anunciaban el extenso programa que había preparado la Comisión del Primero de Mayo, constituida para esos efectos.

“PROGRAMA: Día 30 de abril, 8,30 p.m.: Gran velada en el teatro que la Sociedad Andrés Bello posee en la calle San Diego Nº 154.
Día 1º de Mayo, 9,30 a.m. Gran meetings al pie del Cerro Santa Lucía.
10,30 a.m. Desfile general de sociedades y el pueblo. La columna partirá desde el pie del cerro Santa Lucía, doblará por Ahumada hacia San Pablo, donde tomará hasta Matucana para ir a agruparse en el tabladito que hay frente al Portal Edwards. Aquí harán uso de la palabra varios oradores, durante diez minutos cada, sobre el tema de la manifestación.

8,30 p. m.: Conferencia y velada en el Teatro Andrés Bello. La conferencia estará a cargo del camarada Luis Emilio Recabarren y la parte dramática será desempeñada por el grupo “La Protesta” y presentará el drama “1º de Mayo”.

Concluirá el acto y las fiestas oficiales con las canciones La Internacional y el Himno de los Trabajadores”.

Recabarren echó mano a las melodías de moda, a las cuales ponía letra combativa. Por ejemplo, con la música del aria de la ópera Nabuco, creó el Himno al Primero de Mayo. En uno de sus versos decía:

“Despertad, oh falange de esclavos!
de los sucios talleres y minas,
los del campo, los de las marinas,
tregua, tregua al eterno sudor!”

El último 1° de mayo de Recabarren

Relata Juan Vargas Puebla: “La concentración del 1º de mayo de 1924 se efectuó en la Alameda en el monumento de Bernardo O’Higgins. Fue un acto unitario, organizado por un comité formado por la FOCH, la IWW (anarcosindicalistas), la Confederación General de Trabajadores (anarquistas), el Partido Comunista y el Partido Democrático. Se habló en la cola del caballo de O’Higgins. Todos los oradores señalaron la importancia de la unidad.

En 1924, el 1º de mayo no era feriado, la gente para acudir al acto debía abandonar el trabajo. No había parlantes.
Por entonces yo era secretario general de la Unión Juvenil de la IWW. Éramos unos 80 muchachos.

Terminada la concentración, me fui desfilando detrás de la FOCH y de Recabarren –llevando la bandera de la Unión Juvenil- hasta la Plaza Vicuña Mackenna. Allí Recabarren subió a un muro y pronunció otro discurso.

Después marchamos hacia el local de la FOCH, en Agustinas esquina con Tenderini. Era una casa vieja. Allí se imprimía el periódico de la FOCH y “Justicia” del Partido Comunista. Por calle Agustinas la casa tenía un balconcito. Recabarren se subió allí y habló. Sin que nadie me lo pidiera y sin autorización alguna, yo hice lo mismo en nombre de los jóvenes de la IWW. Los presentes, casi todos comunistas, me aplaudieron. Era la primera vez que hablaba en público.
Al bajar, Recabarren me puso la mano en la cabeza y me dijo: ‘Bien muchacho, muy bien…’ Fue la segunda y última vez que vi vivo a Recabarren.”

Luis Emilio Recabarren se suicidó el 19 de diciembre de 1924. Sus funerales fueron una multitudinaria manifestación de dolor y de cariño hacia el fundador del Partido Comunista y padre del movimiento obrero chileno.

“Albores de la Revolución Social en Chile” por Recabarren

DE UN DISCURSO MEMORABLE DEL DIPUTADO RECABARREN: “ALBORES DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL EN CHILE”

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Elegido diputado por Antofagasta, el 6 de marzo de 1921, Luis Emilio Recabarren fue un brillante parlamentario.

El 15 de julio de 1921 pronunció un discurso histórico enla Cámara de Diputados. En un tono vibrante, exponiendo con valentía y muchos antecedentes, respondiendo con rapidez e ingenio las interrupciones de los representantes de la derecha, trazó la historia de la clase obrera chilena. Destruyó las falsedades inventadas por la burguesía.

Esa intervención, que tenía por título “Albores de la Revolución Social en Chile”, la inició diciendo:

La clase trabajadora chilena

“Me voy a permitir ocupar la atención de esta Cámara para hacer un acto de defensa de las clases trabajadores.

Constantemente, no diré fuera de esta sala, en la prensa y entre los particulares, sino en el recinto mismo de la Cámara, se vierten, a mi juicio, ofensas gratuitas al proletariado chileno. Y yo estimo necesario que se levante en este recinto una voz que lo defienda, porque nunca se han contestado esas ofensas…”

Mostró las valiosas cualidades de los trabajadores chilenos. Por ejemplo, recordó la iniciativa de la Mancomunal de Obreros de Tocopilla de adquirir una imprenta en 1903, para editar un periódico. Señaló al respecto: “Yo encuentro de una sublimidad majestuosa el pensamiento de estos obreros –peones, playeros, estibadores, cargadores, lancheros- que soñaban con tener una imprenta para desarrollar sus facultades mentales, viéndose huérfanos en esta sociedad, que no los ayudaba a instruirse, a ilustrarse. ¡Ellos mismos, por sí solos, por sus propios esfuerzos juntaron dinero para comprar una imprenta y publicar un periódico!”

El Partido Comunista desde 1912

En otra parte de su discurso, Recabarren subrayó que, desde su nacimiento, el partido revolucionario de la clase obrera chilena tuvo una orientación comunista. Dijo en esa ocasión: “Algunos años después –y como siempre sucede en la evolución de las ideas- hemos desarrollado el concepto, y no transcurrido mucho tiempo los trabajadores de los distintos pueblos de la República ya demostraban ideas comunistas, y concebían claramente el socialismo, como se ve en el programa del Partido Socialista hecho en 1912”. Enfatizó: “He hablado ya del hecho de que el partido socialista desde el año 12 ha acogido las ideas comunistas”.

“Tenemos derecho a conquistar el poder”

En otro acápite de su discurso del 15 de julio de 1921, Recabarren afirmó:

“Yo deseo dejar establecido que nosotros creemos tener también el derecho de conquistar el poder político… Y si vemos que el fraude y dolo se pone en práctica para atentar contra nuestra ascensión al poder político, ¿qué nos tocará hacer? ¿cruzarnos de brazos? Al contrario: ante estos delitos, ante estas iniquidades, nosotros habremos de luchar con firmeza hasta conquistar todos nuestros derechos, primero por medio de la legalidad, pero cuando veamos que se nos cierra el camino de la legalidad iremos si es preciso, y no lo dudéis, a la revolución. Y nadie puede negarnos en esta Cámara el derecho a hacer la revolución”.

Agregó: “Tengo aquí un artículo publicado en ‘El Trabajo’, periódico de la Mancomunal Obrera de Tocopilla, el año 1903. Dice un obrero estas magníficas expresiones: ‘La Revolución seguirá impertérrita su marcha, tranquila si la libertad la ampara, violenta y terrible si se le pretende detener en su camino. Sembrad odios y recogeréis venganza”.

(Recabarren, Luis Emilio: “Los albores de la Revolución en Chile”, discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, el 15 de julio de 1921, en “El pensamiento Político de Luis Emilio Recabarren”. Editora Austral, 1971, Tomo I, páginas 99, 108, 109 y 110, 112 y 128).

Don Andrés Aylwin

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Con hondo dolor he conocido hoy, lunes 20 de agosto de 2018, el fallecimiento de don Andrés Aylwin Azocar. Fue, es y será una de las figuras símbolos de la lucha por los Derechos Humanos en Chile.
Hoy debemos levantar su ejemplar figura cuando tenemos un gobierno en que figuran actores y cómplices de las violaciones de los Derechos Humanos. Había nacido en Viña del Mar el 20 de junio de 1925. Abogado y político chileno. Militante del Partido Demócrata Cristiano. Ejerció con diputado de la República en dos períodos: 1965-1973 y 1990-1998.

Fue uno de los demócratacristianos que firmó una declaración pública de rechazo al golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, la histórica Declaración del “Grupo de los Trece”.

Posteriormente sufrió la persecución de la dictadura. Fue relegado a la localidad de Guallatire, que entonces formaba parte de la Región de Tarapacá.

Una vez conseguida la libertad, ejerció un activo rol en su calidad de abogado en la defensa de los derechos humanos a través de la defensa judicial de los presos políticos y en la recuperación de la democracia participando en el Comité Pro Paz y trabajando en la Vicaría de la Solidaridad.

Debíó salir al exilio. A su regreso en 1978, fue elegido presidente de la Agrupación de Abogados Pro Derechos Humanos y director de la Comisión Contra la Tortura desempeñándose como abogado querellante en casos de detenidos desaparecidos.

Andrés Aylwin ha escritos libros relatando su experiencia personal durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, editando en 1989 “Ocho días de un relegado” y “Simplemente lo que vi: 1973-1990” y “Los imperativos que surgen del dolor”, en 2003. A su vez, en el ámbito periodístico ejerció como colaborador del diario “La Época” durante 1990.

Recuerdo con profunda emoción la presencia y las palabras de don Andrés Aylwin en el acto de presentación de mi libro “Sola Sierra, una imprescindible”, realizado en el amplio salón de la CUT, el 29 de noviembre de 2000. Intervinieron en esa ocasión Volodia Teitelboim, Patricia Verdugo y don Andrés Aylwiin.

Éste reseñó su experiencia con Sola como abogado de la Vicaría de la Solidaridad, recordando que su llegada produjo un vuelco en la forma de emprender la defensa de los detenidos, pues hasta ese día ellos presentaban recursos de amparo por el detenido ‘tanto’, que es un buen padre, un trabajador, un profesional, un excelente hijo o una muy buena persona, pero ella llegó a pedir que se interpusiera un recurso por Waldo Pizarro, un dirigente comunista que había sido detenido por la policía secreta del régimen. ‘Fue un gran paso’, relata Aylwin, ‘porque se paso del relato civil al político, lo que permitió ir configurando luego el genocidio, pues los detenidos eran socialistas, comunistas o miristas y se les perseguía por eso’. También rememoró lo fundamental que fue para agrupar a las familias que llegaban al local eclesiástico, para darle forma a la agrupación, para hacerse de fuerzas en la toma de la CEPAL y la huelga de hambre, destacando por sobre todo su amplitud humana y política, su entrega y coraje.
El generoso y valeroso corazón de don Andrés Aylwin Azócar dejó de latir a las 7 de la mañana del día en que se cumplían 240 años del nacimiento de Bernardo O’Higgins Riquelme.